miércoles, 6 de octubre de 2010

CEREMONIA LUNAR DEL PARAGUAS EN EL JARDÍN

Asisto como es costumbre, a sangrar en el jardín bajo el paraguas
De la luna. Escribo mientras hierve la materia.
Hay demasiada saliva para tan pocos apóstoles. Cal. Desventurados
Fantasmas con el hambre a cuestas del calendario cercenado.
Entre el rebaño habremos de amarnos con los ojos cerrados:
Subir la montaña del sueño, sembrar el canto del aleteo,
Imágenes Blanco y Negro





CEREMONIA LUNAR DEL PARAGUAS EN EL JARDÍN




¿Dónde termina la tarde dónde comienza la ciudad
dónde termina la ciudad dónde comienzas tú
dónde termino yo dónde comienzo?
NAZIM HITMET




Asisto como es costumbre, a sangrar en el jardín bajo el paraguas
De la luna. Escribo mientras hierve la materia.
Hay demasiada saliva para tan pocos apóstoles. Cal. Desventurados
Fantasmas con el hambre a cuestas del calendario cercenado.
Entre el rebaño habremos de amarnos con los ojos cerrados:
Subir la montaña del sueño, sembrar el canto del aleteo,
Maullar el gato clarividente, en medio de tantos sombreros quemados
En los motines de las abejas.
Alrededor de cientos de colillas sobre la fosa común, rompo la noche
De la Patria con sus pies hartos de caminar en cuclillas,
Con el oasis de sus varices en las piernas, disecados pulmones
Del tráfico, candiles del kerosene en los usos horarios.
(Vos y yo no cabemos en este mundo. Estamos siempre más próximos
Al harapo, yerba mordida por el despeñadero.
Estamos distantes de la Libertad: lo digo iluminado por el brillo
De los alfileres, por la cartilla santa y apostólica de las pesadillas.)
Tose la lágrima sobre el gusano encrespado en el desierto del pecho.
Al paso que vamos, no hay otra realidad posible, —tanta conversión
Purulenta nos muerde los calcañales,
El tabaco tosigoso en mis dedos, el cenicero encorvado del tiempo.
En la canícula del insomnio, ya no caben las yemas de mis dedos.
El augurio ventisquero de la pólvora, la cesta de serpientes en la mesa,
La página yugular de las palpitaciones,
La palidez de las estatuas frente al filo orgásmico de las luciérnagas.
—¿Saldremos ilesos de este parpadeo agónico, candil, a caso de tanta
Herencia, llovido firmamento de los recuerdos, repentino cuervo
Sobre la piedra en muletas?
De cierto que lo sé. En días felices hemos probado el calostro del orgasmo
Con todos los aditivos de una cena suculenta;
Hemos comido bocanadas de sonidos, nombres, pájaros, follajes.
(Vos y yo, no pertenecemos a esta obscenidad de la historia por más
Que nos aferremos a la dialéctica del post mortem, a los veredictos
Constitucionales, a las ausencias de la suerte, al éxtasis secular
De los mosquiteros, al libro blanco colgado de las axilas…)
No pertenecemos al fin de semana del coñac, ni al súbito cambio de status
Del galope, ni a la página social de los periódicos,
Sino a la baldosa andada con zapatos rotos. Es extraño al cambio de piel
De las palabras. Es increíble el fango como génesis. Vos, brasa en mi
Hogaza diaria, —el día o la noche nos rasura, le pone sombrillas rotas
Al destino del tamaño cenagoso de un cirio en la franja larga
De los candelabros.
Asisto, como es costumbre, a la repartición de los cadáveres. Este clima
De túneles hace evidente mis ojos.
De pronto, muerdo las escamas de las campanas eclipsadas
De lo irremediable: a menudo es bonito recordarte en esta oscuridad.
Por eso garabateo el balbuceo en la lluvia…

Barataria, 05.X.2010

2 comentarios:

Marina Centeno dijo...

Querido André:

A punto de la medianoche, te leo. De las persianas tiembla la orfandad del viento, porque el viento trae, tambien, un sonido sinónimo al climax que se ha quedado rezagado entre los verbos. Sabes, que tus letras son el bálsamo, la píldora, el sustento, porque hay capacidad en mí para llenar de ti -tus letras- mis rincones.
No quiero destacar algún fragmento, porque todo es destacable, pero, llevo conmigo este verso, con el permiso:
De lo irremediable: a menudo es bonito recordarte en esta oscuridad.
"Por eso garabateo el balbuceo en la lluvia…"
Un final que sería mi principio...




Feliz descanso, Maestro.
Marina Centeno.

André Cruchaga dijo...

Es una suerte y un regalo de la vida que acompañes mi poesía, y, entre esas persianas, caóticas mías, te enredes en el chupamiel del alfabeto.
Cada palabra es mar y sustento. El clímax está ahí, en saber cuándo el musgo se llena de sonidos galopantes, en sonidos de lluvia armoniosa. Sigue aquí, al compás de las vocales.

Un fortísimo agrazo.