Resisto todos los espejismos que advierten mis pupilas:
los huesos que tocan mi boca, la campana desoída de la respiración
en el mercurio del vértigo.
—Siempre son así de angostas las calles cuando salgo al mundo;
depredan los fuegos disfrazados de benevolencia,
muerde la fosa común de los invernaderos, el estrépito
del viento sobre las luciérnagas,
aún la sencillez en un mundo de monedas, aún el deseo de un beso,
aún el inodoro sordo de los tristes en el pecho,
el rostro cóncavo en los aperos,
el girasol despoblado de amarillos en el pájaro de la claridad:
la lágrima nos muestra siempre su pergamino de sal como una gota
de rocío recién salida de los labios, del cartón invisible del pecho:
(los dientes nos rasgan las encías, el cielo del paladar irradiante,
los pies del césped en las encías pululantes;
nos comen las semanas con su sonrisa carcomida,
el grito de las estacas en las sienes,
la piedra ávida de tropezones,
la corteza rugosa de los manteles cuya zozobra nos irradia,
los pies cansados, prolongados en los espejos;
parecen axilas mis alas de musgo: —el pecho se hiela en los caracoles
del cielo, en la región estéril del fuego.
Es tiempo de conocer este precipicio de colmillos: el teclado
de la tristeza con sus tobillos rotos.
¿Es tiempo de confabular con el silencio o hundir la lengua en el risco
del viento con todos los peligros acechantes?
—Viajamos, por desgracia, al borde de la fugacidad y, sin embargo,
la perennidad sostiene la memoria con el hilo del dolor.)
¿Qué tiempo nos sostiene y nos hinca en el suspiro,
la muerte dulce de los brazos, las manos ateridas con el frío;
a veces parece liviana esta piedra de la congoja, hoja súbita
del destello marcada por lo inverosímil? A veces la esperanza es látigo
de frazadas, frontera de la súplica;
a veces lo efímero se hace grotescamente eterno: un minutos
recorre siglos en mi rostro, destinos de selva inconmovible.
Al final, me río de la tos abisal de tanta ausencia:
Me río con los brazos cruzados esperando la noche, el pan
Que ha oscurecido mi boca, la sed que aboyó a la arena…
Barataria, 29.XII.2010