jueves, 30 de diciembre de 2010

SOMBRA APETECIBLE


Aunque el tiempo que se va no regresa, —cierto es que entumece
la lucidez de los vitrales: sombras donde arde la batalla
y ese juego de sombras que la herida siempre ve en la conciencia.
Por encima de lo apetecible, siempre hay juego de espejos:
sordo el vario jugo del jengibre,
Imagen tomada de Fotografías en blanco y negro





SOMBRA APETECIBLE





Hearts of fire creates love desire
Take you high and higher to the world you belong
Hearts of fire creates love desire
High and higher to your place on the throne
EARTH, WIND AND FIRE





Aunque el tiempo que se va no regresa, —cierto es que entumece
la lucidez de los vitrales: sombras donde arde la batalla
y ese juego de sombras que la herida siempre ve en la conciencia.
Por encima de lo apetecible, siempre hay juego de espejos:
sordo el vario jugo del jengibre,
la ficción que de pronto es un rito de oscuras aristas.
¿Qué hay detrás de la espiga de hormigas, del breve secreto
de la lanza en el surco,
arpa de la sombra en la bruma, esculpida en clave desde dentro,
redonda espuma de la crayola en la arcilla?
¿Qué hay en esta sombra apretada de escombros,
espectral entorno de mi mundo, conmigo sumergida en los zapatos,
posesa ventana en la tasa de mi mirada,
en los poros, a menudo íngrima sábana de desvelos?
¿Dónde está el agua apetecible de la linterna: arde el ojo afilado
del hallazgo en la superficie de las sombras,
sal en el baldío de los relojes,
impasibles azúcares en la esfera de las uñas,
fotografías tropezando con el sueño, horas dejada en el ceño?
—Ahí, en la tierra o el río o la alacena o la mesa:
aguas adentro el zumo de la brújula, las llaves vegetales del fuego,
los residuos del viento,
el yeso de las pulsaciones en la pizarra del rastrojo,
el pan cavilando en los lóbulos.
—(En cualquier parte el fuego se hace sombra o noche sin decoro;
la pupila del reloj nos acribilla, nos pone en la inflorescencia,
en el camino la pasta del amasijo.
Y sin embargo, apetecibles las grietas de las ataduras: el aliento
salta de su propia condición de rehén,
abajo la madrugada en los pistilos.
En cualquier parte el pie se hunde en el follaje: nos devora a sorbos
el desaire, el espejo del firmamento en el ojo.)
Nos consume el propio vacío en que quedamos; y sin embargo,
no rehuimos a esta porfía de hilar las sombras
en el guacal del calendario con ceniza y salmuera y culantro.
Todo es presencia en la sombra: pozo, quizá, de la ficción;
en el caos la sangre es caricatura, cerrado litoral de los sentidos,
afilado espejo del musgo, cepa del sopor,
harina trillada en el laberinto de la propia confusión.
—Hacia el peso de la luz, lo implacable de los arcanos,
el sordo equilibrio de la fugacidad, la balanza ciega de las hebras,
el césped apiñado al oleaje,
los brazos desollados de las cáscaras, —este antiguo rito
de caminar sobre las agujas oxidadas del horizonte…

Barataria, 29.XII.2010

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