lunes, 27 de diciembre de 2010

RIELES DE HOLLÍN EN LOS PÁRPADOS

En los rieles de la tarde, el sol al compás de las sombras.
La nostalgia gruñe sus ávidos párpados, ¿dónde queda la querencia
después de tornarse escalofrío,
los significados del día con anillos de neumáticos gastados
por la creciente dilatada del asfalto?
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RIELES DE HOLLÍN EN LOS PÁRPADOS




En la casa de madera
sueño con los pájaros
que anidaron alguna vez en este bosque.
JORGE TEILLIER




En los rieles de la tarde, el sol al compás de las sombras.
La nostalgia gruñe sus ávidos párpados, ¿dónde queda la querencia
después de tornarse escalofrío,
los significados del día con anillos de neumáticos gastados
por la creciente dilatada del asfalto?
—Sueño en las manos que una vez fueron transparencia absoluta;
ahora son la desnudez de lo que puede ser el olvido,
la madera blanca en las pestañas,
el semblante aterido quitando sus trajes ciegos. Un día nos quedamos
sólo con los recuerdos, con los nombres que estuvieron
con nosotros, los que mojaron nuestra existencia:
—ahora ha caído la noche y muerde la boca; regreso al frío
aprendido en el silencio, a la sorda frontera de las cortinas,
con más extravíos que el ritual de los féretros.
Ayer era cierto el oleaje sin ningún extravío: hoy parece metal
la esperanza y el bosque de llaves que dibujó la conciencia,
y el relámpago de la sed;
nunca fue lúgubre, por más hollín en nuestros zapatos,
el hambre líquida de la luz, los pedestales del sueño, la lucha
de los atrios en la lengua del calendario,
la ebriedad portátil del alfabeto
(de pronto, la libertad se nos escapa de las manos y caemos
en la máscara del suplicio, en la alegoría de las diademas,
en el hastío que da la indigencia de las máscaras.
Nos acostumbramos a vivir, a caso, los recuerdos del vaho, la espuma
carcomida y no el desvelo de los oráculos.
Vivimos el escombro como los tentáculos de la noche:
vivo al borde los grifos: las calles gotean y respiran su propio miedo,
las baldosas oscuras con la concurrencia de años siniestros.
De todas las estaciones y las ventanas, queda apenas,
el polvo difuso de la sordidez,
el día convertido en lúgubre mesón de fantasmas.)

Hoy el vuelo se ha convertido en señuelo de mi propia memoria:
no hay otra verdad en la almohada de la memoria,
ni otra luz que fermente mi tórridos párpados, cuando éstos,
de pronto, han pasado a ser rieles de disonante hollín.
Sueño, sin embargo, en los barcos lejanos de la inminencia,
en la noche de mi propia sombra, en la clandestinidad de la historia,
de ciertas historias empecinadas en los pájaros…

Barataria, 26.XII.2010

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