TURBIEDAD
Y mi silencio no ha sido una
crueldad que se perdía oculta entre mis ropas
Yo no sé predecir
La luz únicamente más allá
de mi mismo
Todo lo conocía
Conocía el mar y esos
cuerpos desnudos
pero me devoraba la sangre
entre las manos
Pedir perdón sería recordar
un poema
y si yo escribo es
únicamente porque no sé si he muerto
Emilio Prados
(«¿No
sería mejor que nos arrojáramos del puente al rió, que abandonáramos el juego,
que declaráramos que la vida humana, en su integridad, es un error, y en consecuencia
nos la quitáramos?») después de
todo me sumerjo en mi propia creación paraísos ensueños vírgenes dudas agonías
siempre hay que dudar del evangelio de los números de las polémicas de la duda
he olvidado la neutralidad de las abejas la carne prenatal del grito te invoco
compasión frente a mis acrecentados forcejos («Caminé por la calle, pero no estaban a la vista. Y ahí estaba yo, sin
sombrero, como si también estuviera loco. Como uno pensaría naturalmente, uno
de ellos está loco y el otro se ahogó y la otra fue echada a la calle por su
propio esposo, por qué es que los demás no están locos también.») vaya —me
he dicho— en la unanimidad de mis ojos cuánta pobreza desfila como una amada
aterida descalzo me gusta dejar las huellas del tedio sobre las aceras ¿quién
me habla de conciencia? yo la tengo de mí ¿quién la engendra? detesto
desacralizar aunque a veces es necesario ante la realidad objetiva que llamamos
mundo claro cada quien es un mundo dentro y fuera de lo oscuro dentro de la
vigilia la placenta soy indistintamente de mi individualidad ya he pensado por
largo rato en los objetos aparentemente inanimados: el trencito el caballito de
madera esta mi tos de perro jiotoso la carreta donde se desplaza el espíritu
hay tanta turbiedad y no da tregua los baches el salto al vacío la mercadería
de los partos los huérfanos el gorro frigio de nuestra nacionalidad espero al
taxista en la otra esquina de la hostilidad luego camino susceptible tratando
de justificar todas las caricaturas tempranito hago mis aritméticas abro el ojo
y lo miro en el vaso de agua froto el dolor con altamisa en mis manos me ahogo
con la leche de pecho intensa como la ruda a lo largo de filosas calles hago
caso omiso de los semáforos nada me da la seguridad que necesito ni siquiera el
absoluto ni los talleres con aroma a madera debo hacer memoria de repente me
desahogo en la película encristalada en el sinfín de parabrisas polarizados es
el tercer mes de mi eterna ingenuidad: busco un puerto del tamaño de mi
almohada allí no puede ser inasible la luz ni la clandestinidad de los ahogos
uno debe estar loco para leer todas las páginas del horizonte desamarrar el
nudo ciego de la tinta lamer el cántaro de los pezones sin ningún pudor quiero
abandonar este juego duro en el pecho: alargar mi risa en una cucharada de miel
morder los jocotes corona ahuyentar al chucho con pulgas de mi albur la verdad
es que tampoco recuerdo mucho ni un ápice de todos los momentos reflejados en
mi conciencia es más a menudo ahuyento los recuerdos para que mi entrecejo no
desvaríe bueno en realidad no importa nada ni siquiera un antro inevitable y
momentáneo los días se forjan con golpes en los párpados sobre el adobe del
lenguaje todo mi rostro es un instante (usted) que habita mis escombros ah la
carcajada de los lavatorios la hoja de la oscuridad con gusanos es un error la
ropa el pájaro de mi pecho la comunión con los pilares que sostienen la casa es
un error el espejo que se quiebra sordo en mi garganta es un error el encaje
del aguacero en la ventana tremendo error para mi resuello doméstico…
Barataria, 19.II.2015
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