COVACHA
Garfios invisibles de los
árboles se contonean
obscena marcha de maniquíes
somníferos,
la sombra de los astros es
un zorro en su gruta.
Michael Leiris
La mugre al alcance de las manos esa tragedia
de rodillas que casi nadie ve incluso ni revelándose leo los días de la semana
desde estos miserables candelabros que cada día se prolongan en la litografía
indefinida de las pantuflas siempre me pervierten los días oscuros el chasquido
de los bolsillos sin monedas y los golpes los pantalones viejos del grito las
bocas las pequeñas bocas sin camisa como el mudo espesor del índigo los
estómagos atravesados por bodegas vacías tintinean los ídolos y la saliva la agonía
de Dios y los cuchillos la espera de los dientes frente a las sombras en medio
de taburetes agachados la lejanía quemada en la garganta me estremezco ante el
ojo negro que lanza señales de humo (soy
otro más que engorda con sorbos de miseria) otro que muerde los pulgares de
los semanas y los meses otro ingenuo pensando en la indulgencia desde la propia
inocencia o ingenuidad aquí apenas llega la voz desentonada de los periódicos
solo la caravana divertida de los ataúdes la espera que a veces sesga toda
racionalidad —pero usted al otro lado de la marcha triunfal ríe sin agonizar
aquí se pudren las monotonías en medio de la ceniza el humo y la chatarra que
sueñan el paraíso ¿hacia qué transparencia van todas las ansiedades vestigios
del futuro? nacimos así en la tumba del ojo de la noche entre los ilusionismos
que alienta el espejismo oscuros sombreros de polilla sobreviven a mi
ignorancia no tengo más suerte que la de los desposeídos: despierto siempre con
la misma ración de recuerdos entre bocanadas de crepitantes dolores voy como
van los descalzos redoblando los caminos bajo la fruición de algún hígado
putrefacto aun así rasco las piedrecillas para sacar canciones el yugo en mi
cuello a veces la noche se devana en mis manos pero no importa si acaso lo importante
es que la oscuridad es mi casa este mundo de complicidades siniestras donde uno
siempre está en el vestíbulo del frío ante el murmullo de la lluvia frunzo mis
carnes el duro puerto de los deseos dilatados el ayuno nunca es transitorio
sino definitivo dónde está la luz y su almacén de divisas es raro aquí este
callejón de innumerables insectos nada hace distinto el juego ni siquiera las
abstracciones del vía crucis ni siquiera la puerta entreabierta de los atrios
con sus comensales diurnos salvo alguna ventana donde se prolonga el abismo y
el equívoco —me tortura cada vez con eso del rescate del folclor nacional
con eso de las complejidades de la
oferta y la demanda odio las nimiedades de la claridad hurgo por si acaso en la
salmuera en las fotografías ensimismadas de la publicidad aguardo sin codicia
ésta es de otros de otros la fuerza descomunal para vaciarme ¡qué extraño es el
lenguaje! soy solo animal acechando en los alrededores del aullido soy solo
mercancía en el ático de los periódicos y las revistas supongo que es divertido
fomentar el pánico y fruncir el entrecejo al final siempre es cómodo hablar de
la dignidad humana increíble incolora a decir verdad todo tiene sentido del
humor en realidad son extraños los simbolismos lenguaje…
Barataria, 29.X.2014
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