jueves, 28 de julio de 2022

ÚLTIMA CALLE

 

© Obra pictórica de Joan Miró


ÚLTIMA CALLE

  

La resignación es para los que no corren.

Cualquier hora del día es buena para tatuar un ramo de rosas.

Samuel Bossini

 

 En la última calle, un hueco de campana en la pared de adobe

de los viejos comensales del viento. Al extremo del aliento,

casi marchito el asombro en la lengua de vinagre de la tierra.

Chamuscadas las cruces de barro bajo el claustro de los sueños

de la tortura, esta ciega hora que nos saquea el alma.

Oigo el aroma de tus tacones desafiantes subir en la marea,

con toda la urgencia que supone el fuego.

Desde el umbral del lecho, el imán que gira en su exceso:

tu cuerpo inmenso como el estertor de Hard Times en la voz

de John Lee Hooker: dentro una taberna envuelta en su preñez.

En la atadura el salmo del pájaro y las cenizas que masturban

el sumidero estrujado de las palpitaciones,

esta vaga forma parecida a la alegría.

Sé que «es inútil repetir lo que termina en nada.» y sin nombre.

Los días no nos salvan porque todo es espejo delirante

de máscaras: nada somos ante la realidad que se impone.

Si vuelves algún día «que no sea una nueva noche.»

Porque en este país, ya hemos tenido muchas de sordidez

y fango como el mosquerío sobre un nombre sin decoro.

 

Del libro: “Ahora es de noche y tú no tienes nombre”, 2022.

©André Cruchaga


lunes, 25 de julio de 2022

SOLO CUENTA LO QUE SOÑAMOS

Imagen FB de Pere Bessó



SOLO CUENTA LO QUE SOÑAMOS

 

 

En lo oscuro la intemperie no tiene fronteras ni otro universo diferente a un túnel de insomnios y conjuros. Para nuestro porvenir los sueños lo ocultan todo, los castillos de naipes quemados por la hoguera, el animal que nos roe el delirio, el lenguaje que nos estrangula con el filo de amargos cuchillos. Algo se rompió en los ojos y eso evidente. El pájaro del desierto como el alma que huye del llavero de la sombra medrosa de nuestros nombres. Siempre estamos como animales cansados en la oscuridad: somos almas en cuyo espejo se perdió el amor, y solo respiramos la tormenta de ataúdes en la boca. A la orilla de las esquinas de la espera, seres de la nada en la trama de la indiferencia. (Usted alguna vez pensó en el amor, pero nadie lo recuerda. Nadie. Ni siquiera en la almohada que suele ser la confidente de nuestros brazos colmados de avidez.)

.

Del libro: “Ahora es de noche y tú no tienes nombre”, 2022.

©André Cruchaga


 

viernes, 8 de julio de 2022

BAHAREQUE

 

Obra pictórica de Joan Miró


BAHAREQUE

 

  

Nos divertimos mucho en nuestro pequeño pueblo

Vamos a edificar una nueva escuela

Vamos a elegir nuevo alcalde y cambiar los días de mercado

Estamos en el centro del mundo ahora estamos cerca del río

       océano que corroe el horizonte

Un poema es muy poca cosa.

Raymond Queneau

 

  

Mientras amanece el perro degollado del alba el débil paraíso en el cuarto de los ojos el tiempo que se amplía en los escarabajos a veces piadosos de lo inaplazable a menudo los absurdos me provocan nostalgias lo cómico los arrebatos de la introspección: dejo pasar el hambre de la idealización la mitología de la carroña los rostros modélicos en los rincones de la caja negra de lo ficticio resucito después de cada agotamiento en los resortes de las fotografías subo y bajo la marea de lo no permitido e insoportable muchos confunden el sectarismo con la toma de conciencia no soy diferente a las circunstancias siempre reparto mi trabajo entre la escritura y el divagar a ratos me quedo como maniquí escuchando a Muddy Waters a Stivie Ray Vaughan tarareo The sky is crying o The look at Little sister qué más da cuando veo el disparate de las hojas los ríos crecidos de las brasas y esa fea costumbre de la amenaza no puedo contenerlo titubeo trasnocho junto a ciertas obsesiones alrededor de mí las consecuencias de la soga al cuello los días ennegrecidos del infierno es absoluta la oscuridad en el bahareque de las semanas ¿alumbran las palabras como los focos como una astilla de ocote o papel periódico con kerosene? no es abstracción la insistencia del granito en mi pijama y en la alacena entro y salgo humanizado merced al botiquín de mis libros soy pequeño tan pequeño y aun así me alcanzan los arañazos las sucias toallas de la realidad de pronto cojo una tijera y empiezo a hacer trocitos de papel para luego aprender a leer lo contemporáneo las mariposas de neón de pronto golpeando mis ojos desde la distancia en la revista Forbes no hay penumbras sombras salvo la concentración de otras penumbras y otras tentaciones propias de lo suntuoso busco la luz para disolverla en mis manos y repartirla unitaria infinita inalterable despojada de facciones lo único cierto son mis brazos y mis ojos que vocalizan los discernimientos toda boca o cuerpo es inexistente en el vacío en el bolsillo frenético del maquillaje qué puedo encontrar mojo mi pañuelo por partes el agua en la emoción es abundante así explico la voracidad de estos días mis preocupaciones que desde luego carecen de arcoíris el polvo que recubre mis párpados la otra mejilla vejada también sin ninguna excusa entonces pienso en lo útil que son las baldosas y el grafito para desayunar mis impaciencias mientras abro el resuello de los autoritarismos me hablan las múltiples posibilidades de las pelucas otras cansadas semanas de bocas en la oscuridad veo perfectamente el horror y las celebridades que fabulan con mi respiración hacia la desnudez del papel en blanco esa sensación incompleta de las cirugías los traumas que provoca el absurdo el trabajo perenne del subterfugio al otro lado de la pared cualquier silencio nos da cuenta del tiempo y sus dolencias

Barataria, 27.X.2014

 


jueves, 7 de julio de 2022

CANCEL

 

Obra pictórica de Joan Miró



CANCEL

 

 

No hay tiempo que perder en este mundo embellecido por su fin tan próximo.

Se te ve en todas partes dando vueltas en torno

a cualquier cosa como en éxtasis.

De tus salidas a la calle vuelves con los bolsillos llenos de tesoros absurdos: guijarros, florecillas.

Hasta que un día ya no puedes luchar a muerte

con la muerte y te entregas a ella,

a un sueño sin salida, más blanco cada vez, sonriendo,

sollozando como un niño de pecho.

Enrique Lihn

 

 

Siempre las luces tenues en el torrente carrasposo de la noche allí donde ciegos se multiplican los gritos un cuerpo sobre otro como ese tráfico de los congestionamientos todo es urgente y duele la habitación sin cama el sueño sin ventanas alrededor de los canceles donde el tiempo solo es la proporción del vacío —uno no sabe a ciencia cierta cuáles son las claves de la civilización: candelabros cómics pasa papeles mecates pitas sosteniendo el aliento el pájaro del falso olvido en los bolsillos el falo arrimado al bajamar del vestíbulo los periódicos arrugados en los poros sin más futuro que permanecer adheridos a la piel o la tierra en las difíciles estridencias de la calle esta luz envejecida como una mancha en los sucios zapatos de las esquinas solo hay bodegas grises en las ojeras densidades oscuras surcadas por el aliento ¿quién sale de estos espacios apretados de sábanas? ¿Quién se acerca al juego de ser distinto? ¿Quién da o pide explicaciones a la evidente desigualdad de las ventanas?  me río frente a los ases de la oferta y la demanda mientras muchos hacen lo suyo en los callejones del titubeo me río cuando se habla de homologaciones con una sensación de escalera oscura me río de los trastabillones que provoca el frío y el falso estupor de quienes se rasgan las vestiduras ¡cuántos caminos equivocados y muchos todavía por andar! a menudo nos enfrascamos en las nimiedades por aquello del marketing  inocentes vivimos atemorizados por el miedo también es parte de la guerra sucia contra el discernimiento ah es que al discernir ofrecemos resistencia condición necesaria para salir de la oscuridad ahora podemos hurgar los bolsillos y despojar a quienes nos despojan con sus vicios desde siempre hay tantas mentiras bien elaboradas y hacen un harapo de la condición emocional entre un cartón y otro la situación es la misma: sudo en las aristas del cuerpo corroído por los magullones pegajosos del olfato en la desnudez de vaca flaca que acecha los aullidos de este escenario después de todo la vida es una carrera contra el tiempo queremos ordenar este mundillo de la artificialidad romper con lo divertido que resultan las fobias o el pánico meternos en el folclor de las celebridades siempre es espectacular lo incoloro lo pintoresco de la elegancia en fin todas las semanas sin inmutarse: teatro comedia prejuicios reprimidos hostiles cuando ya se han instalado en el areópago ¿quién recuerda a quién después todo? un espejo que cede a los deseos al otro lado del cancel muchas elucubraciones inexplicables el mundo que no es mi mundo la música y sus estratagemas los ojos cerrados a los discursos el maquillaje y las misas dominicales los inquilinos que fijan los horarios los tres tiempos de comida con derecho a reengancharse todo es un absurdo complejo y unitario jamás la decadencia urbaniza la conciencia —lo sé ahora cuando el despojo es la caja negra del cromatismo y la calle un pedal de proporciones siniestras salgo de Jericó por si acaso…

Barataria, 28.X.2014

 


miércoles, 6 de julio de 2022

COVACHA

 

Obra pictórica de Joan Miró


COVACHA

 

 

 

 

Garfios invisibles de los árboles se contonean

obscena marcha de maniquíes somníferos,

la sombra de los astros es un zorro en su gruta.

Michael Leiris

 

 

 

 

La mugre al alcance de las manos esa tragedia de rodillas que casi nadie ve incluso ni revelándose leo los días de la semana desde estos miserables candelabros que cada día se prolongan en la litografía indefinida de las pantuflas siempre me pervierten los días oscuros el chasquido de los bolsillos sin monedas y los golpes los pantalones viejos del grito las bocas las pequeñas bocas sin camisa como el mudo espesor del índigo los estómagos atravesados por bodegas vacías tintinean los ídolos y la saliva la agonía de Dios y los cuchillos la espera de los dientes frente a las sombras en medio de taburetes agachados la lejanía quemada en la garganta me estremezco ante el ojo negro que lanza señales de humo (soy otro más que engorda con sorbos de miseria) otro que muerde los pulgares de los semanas y los meses otro ingenuo pensando en la indulgencia desde la propia inocencia o ingenuidad aquí apenas llega la voz desentonada de los periódicos solo la caravana divertida de los ataúdes la espera que a veces sesga toda racionalidad —pero usted al otro lado de la marcha triunfal ríe sin agonizar aquí se pudren las monotonías en medio de la ceniza el humo y la chatarra que sueñan el paraíso ¿hacia qué transparencia van todas las ansiedades vestigios del futuro? nacimos así en la tumba del ojo de la noche entre los ilusionismos que alienta el espejismo oscuros sombreros de polilla sobreviven a mi ignorancia no tengo más suerte que la de los desposeídos: despierto siempre con la misma ración de recuerdos entre bocanadas de crepitantes dolores voy como van los descalzos redoblando los caminos bajo la fruición de algún hígado putrefacto aun así rasco las piedrecillas para sacar canciones el yugo en mi cuello a veces la noche se devana en mis manos pero no importa si acaso lo importante es que la oscuridad es mi casa este mundo de complicidades siniestras donde uno siempre está en el vestíbulo del frío ante el murmullo de la lluvia frunzo mis carnes el duro puerto de los deseos dilatados el ayuno nunca es transitorio sino definitivo dónde está la luz y su almacén de divisas es raro aquí este callejón de innumerables insectos nada hace distinto el juego ni siquiera las abstracciones del vía crucis ni siquiera la puerta entreabierta de los atrios con sus comensales diurnos salvo alguna ventana donde se prolonga el abismo y el equívoco —me tortura cada vez con eso del rescate del folclor nacional con  eso de las complejidades de la oferta y la demanda odio las nimiedades de la claridad hurgo por si acaso en la salmuera en las fotografías ensimismadas de la publicidad aguardo sin codicia ésta es de otros de otros la fuerza descomunal para vaciarme ¡qué extraño es el lenguaje! soy solo animal acechando en los alrededores del aullido soy solo mercancía en el ático de los periódicos y las revistas supongo que es divertido fomentar el pánico y fruncir el entrecejo al final siempre es cómodo hablar de la dignidad humana increíble incolora a decir verdad todo tiene sentido del humor en realidad son extraños los simbolismos lenguaje…

Barataria, 29.X.2014

 


martes, 5 de julio de 2022

TECHO

 

Obra pictórica de Joan Miró



TECHO

 

 

La calle enteramente a oscuras y la estación no ha dejado huella. Hubiera querido salir y retienen mi puerta. Sin embargo, allá arriba, alguien vela y la lámpara está apagada. Mientras que los reverberos no son más que sombras, los anuncios continúan a lo largo de las palizadas.

Pierre Reverdy

 

 

Derruidas las láminas no queda ninguna garantía sino invocar al cielo asunto que siempre acaba en  mala suerte: todas las semanas cansadas y tantos chunches viejos como la esperanza siempre me resisto a creer en la fosa séptica de la noche en las esquinas amenazantes en la parroquia que me da sacudidas de conciencia desde los viejos paradigmas de la rebelión de las semanas devolviendo las telarañas: no es una aventura mecánica uno acaba cercenado por estos juegos antiquísimos uno se funde entre la violencia y lo ilusorio de la almohada hacia fuera de la champa siempre lo inevitable del día nocturno: es terrible este jadeo de pájaro moribundo los absolutos que soplan ahora como una fiesta de cumpleaños nada es todo en este pequeño nicho de hacinado cementerio en esta pieza velamos todos el abandono entre tabaco y harapos enredados en el aliento no hay escudo ni mano benigna alcanzable sino esta suerte de sarcófago y el metal gris del smog en el que nos fundimos en el petate gastado de la lágrima aprendemos todos los absurdos (es una locura tanta boca y poca mesa elucubramos inusitadamente ante los potentados del poder) una locura y un peligro esta cama ecuménica de la muerte desde otras latitudes las casas con terrazas y ciertos abrigos que humillan a cualquier pordiosero por cierto que la historia me ha procreado luego la muerte esta señora latifundista de tanta piel marchita —cruzo la sed de los relojes y esa avaricia que de pronto se torna increíblemente fiera y lánguida ya he envejecido tanto junto a este taburete de granito: confieso este letargo de luz y el agravio que siempre busca un abandono solo puedo compartir el polvo de mis palabras soeces sin más dividendos que esta suerte mal hablada del desahogo ¿qué podemos esperar en esta región oscura innombrable a veces donde abunda el deletreo y la mala hora? respiramos los retumbos fríos de la noche mientras el pecho libra las obscenidades del alma cínicamente el cielo se nos muestra como arco iris y la basura como un testamento de nuestras convulsiones (usted) aquí siempre controversial impune ante los remolinos de mi infierno hundido en este embrollo de velorio privado de pájaros consumido en el dardo de la penumbra jamás desfila aquí el mundo que merecemos ni el alba en el bolsillo como hervor primero sino el imposible que desde luego carece de toda lógica a veces me arriesgo a pensar en las distancias en el desenfado del sol en alguna rosa saliendo de mi timidez me sorprenden las últimas élites y sus registros en bienes raíces: por supuesto ya he vivido más de medio siglo de historia y sé lo que pasa al otro lado de los entendimientos de norte a sur la profusión exótica de la patria y sus defensores conspicuos de oriente a poniente sucede igual: el cuerpo enceguecido de la historia y los mausoleos ascendentes del drama un día por cierto no estaremos en el olvido ni será irrevocable este infierno no seremos devotos partidarios de lo intrascendente ni carnaval del orbe ni abigarrados objetos sino simplemente días rescatados del desafuero…

Barataria, 30.X.2014


lunes, 4 de julio de 2022

 

Obra pictórica Joan Miró




TURBIEDAD

 

 

Y mi silencio no ha sido una crueldad que se perdía oculta entre mis ropas

Yo no sé predecir

La luz únicamente más allá de mi mismo

Todo lo conocía

Conocía el mar y esos cuerpos desnudos

pero me devoraba la sangre entre las manos

Pedir perdón sería recordar un poema

y si yo escribo es únicamente porque no sé si he muerto

Emilio Prados

 

 

(«¿No sería mejor que nos arrojáramos del puente al rió, que abandonáramos el juego, que declaráramos que la vida humana, en su integridad, es un error, y en consecuencia nos la quitáramos?»)  después de todo me sumerjo en mi propia creación paraísos ensueños vírgenes dudas agonías siempre hay que dudar del evangelio de los números de las polémicas de la duda he olvidado la neutralidad de las abejas la carne prenatal del grito te invoco compasión frente a mis acrecentados forcejos («Caminé por la calle, pero no estaban a la vista. Y ahí estaba yo, sin sombrero, como si también estuviera loco. Como uno pensaría naturalmente, uno de ellos está loco y el otro se ahogó y la otra fue echada a la calle por su propio esposo, por qué es que los demás no están locos también.») vaya —me he dicho— en la unanimidad de mis ojos cuánta pobreza desfila como una amada aterida descalzo me gusta dejar las huellas del tedio sobre las aceras ¿quién me habla de conciencia? yo la tengo de mí ¿quién la engendra? detesto desacralizar aunque a veces es necesario ante la realidad objetiva que llamamos mundo claro cada quien es un mundo dentro y fuera de lo oscuro dentro de la vigilia la placenta soy indistintamente de mi individualidad ya he pensado por largo rato en los objetos aparentemente inanimados: el trencito el caballito de madera esta mi tos de perro jiotoso la carreta donde se desplaza el espíritu hay tanta turbiedad y no da tregua los baches el salto al vacío la mercadería de los partos los huérfanos el gorro frigio de nuestra nacionalidad espero al taxista en la otra esquina de la hostilidad luego camino susceptible tratando de justificar todas las caricaturas tempranito hago mis aritméticas abro el ojo y lo miro en el vaso de agua froto el dolor con altamisa en mis manos me ahogo con la leche de pecho intensa como la ruda a lo largo de filosas calles hago caso omiso de los semáforos nada me da la seguridad que necesito ni siquiera el absoluto ni los talleres con aroma a madera debo hacer memoria de repente me desahogo en la película encristalada en el sinfín de parabrisas polarizados es el tercer mes de mi eterna ingenuidad: busco un puerto del tamaño de mi almohada allí no puede ser inasible la luz ni la clandestinidad de los ahogos uno debe estar loco para leer todas las páginas del horizonte desamarrar el nudo ciego de la tinta lamer el cántaro de los pezones sin ningún pudor quiero abandonar este juego duro en el pecho: alargar mi risa en una cucharada de miel morder los jocotes corona ahuyentar al chucho con pulgas de mi albur la verdad es que tampoco recuerdo mucho ni un ápice de todos los momentos reflejados en mi conciencia es más a menudo ahuyento los recuerdos para que mi entrecejo no desvaríe bueno en realidad no importa nada ni siquiera un antro inevitable y momentáneo los días se forjan con golpes en los párpados sobre el adobe del lenguaje todo mi rostro es un instante (usted) que habita mis escombros ah la carcajada de los lavatorios la hoja de la oscuridad con gusanos es un error la ropa el pájaro de mi pecho la comunión con los pilares que sostienen la casa es un error el espejo que se quiebra sordo en mi garganta es un error el encaje del aguacero en la ventana tremendo error para mi resuello doméstico…

Barataria, 19.II.2015


domingo, 3 de julio de 2022

SUBURBIO

 

Pintura de Joan Miró


SUBURBIO

 

 

He aquí la totalidad de los siglos pasados por las armas

cabeza de madera en la cual el ojo izquierdo sólo parpadea para

salvar al otro de la miseria

lo único creíble en el seno vaporoso de las geografías venenosas

son las fugas imprecisas de rostros encadenados por horribles palideces

es la obra simbólica de sabios microbios en el fondo de las

apasionantes cavernas de la materia

Gui Rosey

 

 

En la periferia de las palabras ladran los perros hay tormentas de meses sin luz y casas sin nombrarse derrumbados horizontes y epitafios que uno nunca sabe a quién emplazan en la erosión de los catálogos las notas suicidas y el polvo lacerante en la carne la desesperación insiste y no me deja pensar no hay abrigo solo este dolor en los brazos gritando sus puños oxidados entre el cartón de los años mis palabras imprecisas de mar pintado en el bahareque de la tarde: fumo este pálido abismo de ojeras ninguna estética es tan fiable como los caracoles pintados por los niños siempre hago y deshago la fecha de las gaviotas el poyetón indefinido de mis ojos el tabanco de la tarde rodeado de recuerdos y las mismas tempestades de siempre y las mismas alas de siempre y los mismos ofrecimientos de expulsarnos del paraíso (no sé si haya profundidades incomprensibles sólidas arquitecturas acordes con el Todopoderoso) al parecer la saliva nos anega hasta los tobillos siempre el maldito amor nada paradisíaco hay cierta inanición heredada del dolor hijo del abandono y los temores maloliente de zapatos de ropa de sueños nada tiene razón cuando la razón se echa al cesto del embuste nada es siempre lo mismo cuando el pájaro carece de voz y la penumbra se torna venerable en los bolsillos nunca dejo de pensar en este dolor adscrito a las costillas ni en las láminas imposibles de la alegría aquí me acostumbro a la sobremesa del patriotismo a la política permanente de las osamentas y a sus hijos de preceptos radicales siempre hay obstáculos para saciar mi libertad: el quehacer diario es un absurdo como las habitaciones oscuras de los prostíbulos en el traspatio del alambique pululan famélicos mis pensamientos la conquista de otro mundo menos asfixiante (de pronto quiero olvidarme de los métodos cívicos de la coerción del disfraz absoluto de ciertos apellidos todo orden es una estrategia enceguecedora creo que el desprecio hace su labor desigual de subir y bajar escaleras ¿Cuándo podremos darle título universitario u honorario a la bondad?) siempre estoy expuesto a los muros de los desahuciados siempre me ha gustado el enorme trabajo de las sábanas y sus balcones posibles siempre los mismos escarabajos debajo del escombro esta suerte de andrajo sin dones ni bendiciones siempre resulta extraña esta hazaña de renunciar diariamente al mundo renunciar a (usted) al pie de la letra del mendrugo —consabido es el baúl de tantos epitafios las aceras abigarradas y caducas el no ser que nunca descansa es imposible el azúcar que no se atreve a la mesa sí aunque posibles los servicios secretos y desayunar la desigualdad en momentos de crisis vamos —me digo— con los sueños sobre la almohada pensando en los extraños taburetes del aliento en la mesita de noche de las premoniciones siempre lo sombrío hace ruido en las aldabas es entonces cuando las aguas saltan de la herida es entonces cuando se le hace reverencia a la purulencia y a sus atrevidas manos en el grito de la garganta un río rozando las pupilas…

Barataria, 26.X.2014

 


sábado, 2 de julio de 2022

TRINCHERA DEL POEMA

 

Mary Bell Díaz Castillo
   


TRINCHERA DEL POEMA

 

A Mary Bell Díaz, poeta.

 

 

Ésa es toda la tierra del suspiro, la sangre de la rosa que parpadea en la hoja, el brote redondo de tus dedos en la sombra del quinqué, el mar aprisionado en la las ingles, el eco del viento en la arena calcinada de las palpitaciones.

 (Todo es extraño cuando la madera se dilata en el tintero de la página donde escribimos el poema. Ahí se extiende el estertor de la vida. Después uno forcejea con los párpados para que la acritud no llegue hasta las ingles. Todo momento es único, aunque después nos envuelva la nostalgia. O la voz única de las culpas.)

 Siempre una trinchera está hecha de brasas y sombras. De destellos que se afanan en ahogar los resuellos.

 Existimos en el instante que quiere la memoria. Y ahí se eriza el alfabeto de la embriaguez posible. La hebra del galope que perdura en el pecho.

 Todo el fuego sabe a la audacia de las pulsaciones: las sombras nos parecen torrenciales en el tragaluz de respiro que atraviesa el río. Ellas se arquean en los sueños de lo que uno quiere multiplicar después del séptimo día.

 Ahora el poema del cuerpo es el agua rotunda clamor de lo inefable.

  

De “Oficio del descreimiento”, 2018.

© André Cruchaga 


 






viernes, 1 de julio de 2022

EPÍSTOLA PARA PERE BESSÓ

 

Pere Bessó, Valencia, España.



EPÍSTOLA PARA PERE BESSÓ

 

 

 

 

Se desmadeja el ovillo de pinzas espléndidas

de los ciervos volantes hacia el horizonte de la duda.

Pere Bessó

 

 

 

En la ranura del cierzo, el himen del infinito. Tal el corazón secreto

de los días mutilados. En la tinta del árbol, acude en devoción

el pájaro para morder las secretas raíces del alfabeto.

En los exteriores del paraíso, el invierno de yesca del tiempo

de Bachelard, o Thomas de Quincy el hormiguero kantiano

del desvarío. Algo así como «la novedad de la vida nueva».

Siempre crecen los pájaros a manera de añoranza de las Églogas

del relámpago capturado por la ojera anterior a las ventanas.

Dentro del juego del paraguas desaliñado del alfabeto,

caben los días imposibles de los barquitos de papel,

la garganta demoledora de las sombras, los corales ultramarinos

de la lengua sobre el picacho horaciano de las perdices.

Un día en la diversidad de los ombligos,

el desvelo dentro de la parcela del sótano en que vivimos.

Sedimentado el mito del zapato inexorable del que ara,

—voz posesa de cierta arqueología: arador de los destellos

en pupila de fuego.  Todo cabe en la novedad del tiempo incipiente.

La imagen del pétalo siempre nos evoca el dardo del génesis

en los ijares. Aquel olor a recuerdos sin equívocos

del que da fe Caballero Bonald en su libro de «Las horas muertas.»

A diferencia de los vestíbulos, el poema es una criatura despejada,

en las manos de André Gide, que no es hijo de Santa Teresa,

ni del último delirio íntimo en la salvación del hombre.

Dilucidada la virginidad del musgo, se puede transparentar

lo inescrutable de la consumación teológica del tiempo.

Eso diría el yo profundo cuando bullen las carpinterías.

—El yo de Bob Dylan o Jimi Hendrix, en la redención del poema,

mientras la punta del alba pincha el muelle del pecho.

O se disuelven vigorosamente las cosas, como diría San Pedro.

 

 

Del libro: «Objetos para armar», 2005

© André Cruchaga