DUELE EL DECESO DE LA DEMOCRACIA
Ni mi vida es completa ni mi muerte ha fracasado completamente.
Físicamente no existo, por mi carne destrozada, incompleta,
que ya no alcanza a nutrir mi pensamiento.
Antonin Artaud
Ahora se consagra la noche y cubre
los atrios más oscuros del país.
Alguien quiere lavar la ropa con el
agua servida de las alcantarillas.
Empapado de tierra quiero respirar
sin el goteo perenne del miedo,
resistirme a los tantos disfraces que
desangran mis vísceras,
He perdido la noción del bien y solo
veo la máscara de carcajadas
del mal y quizás el punto final de la
piedad.
Aquí todo instante es sombra: hay
horas vencidas y despiadados cuervos
junto al turbio silencio de una
soledad disecada en el dolor.
Todo aquí es abismo. El ahogo de un
país asfixiado hacia dentro.
La desnudez del amor danza sobre el
asfalto y las axilas.
El ojo se pierde en los acantilados y
nos mutila el desamparo del llanto.
Dentro de poco, entre lo real y lo
ilusorio, seremos imagen ecuestre
transitando la brisa plisada de la
opacidad.
Ante la libertad todo es un cadáver
desconocido y duele el deceso
de la democracia y su espectro de
ceniza. Duele el filo de esta hora.
.
Del libro: ‘Fuego de llaves
invisibles’, 2021
©André Cruchaga
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