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FULGOR DEL
SOBREVUELO
En la marcha, una túnica de alfileres hace la
diferencia.
O el vinagre de los tiempos inhóspito en el pecho.
Una túnica de sal muerde mis heridas, la misma que
despierta
sobre las cáscaras de la inclemencia.
En el útero de la sombra, arden las esquinas de un
cielo que golpea
diligentemente, esta sed postrada y silenciosa.
En mi, una luna de estruendos socava mis brazos.
Cornea feroz,
en el sueño, toda oscuridad, el remo de piedra de mi
barca,
el tropel de escamas en mi garganta.
Vencido el aleteo, solo el coágulo del rastrojo,
hirviente de vacíos.
Mientras pulsa la ceniza, he de rasgar en tintineo del
pálpito,
y recordar el candil de la última marea. O cruzar la
brea.
Del libro: Umbral
de la sospecha, 2020.
©André Cruchaga
©Pintura de Claudia
Küster
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