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DISTORSIÓN
DE LA MIRADA
A través de mis manos desemboca la oscuridad del
asfalto.
Por doquier el plato vacío como los hartazgos del moho
en un machete: en las ojeras ahumadas de la mesa, el
hambre
ceñida al horror del paraíso prometido.
Nunca a mis ojos fue extraño el argumento a un mejor
destino;
y mientras eso no sucede, sigo aquí, desvivido en el
espejismo,
o en los veleros miméticos del espejo.
A ratos se asoman a mis ojos enjambres de vacas.
A ratos los muslos tuyos sin diluirse en mi boca de
sombras.
A ratos la quemadura de tu aliento en el desvelo de
mis venas.
Una cueva de insectos amenaza los siete círculos del
fervor.
En mi cama bailan salpicadas sin tiempo mis pupilas.
Por si acaso, la imagen del trasiego me sirve de
testigo.
Del libro: Umbral
de la sospecha, 2020.
©André Cruchaga
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