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DISCURSO
REVELADO
Ofrendamos esta suerte de prolongar el clímax de las
calles.
En lo humano del dolor, cada queja se fue haciendo
oscuro río.
En cada grito una cripta dolorosa, una tumba de mar,
aquí,
en las sienes, un tren de féretros amargos en la boca.
Nada dijiste antes a la espera. Nada a la sombra muda
del llanto.
Nada a veces la piel, sino el abrojo de niebla en las
mañanas,
el cansancio de lo que no tiene límites y se prolonga,
quizás,
como un litoral de sueños.
Mañana ya no estaremos, tampoco el castillo de naipes,
ni aquella
litera tangible de tibias cobijas. Ni el pelo en la
sopa.
Será como la ceniza, torpe destino. O urgida llaga.
Del libro: Umbral
de la sospecha, 2020.
©André Cruchaga
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