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PURGATORIO
DIARIO
En el sinfín nadie se salva de la noche, ni del culto
a los vértigos del discurso roto de la opacidad. El humo se enreda en los
diversos dialectos del fuego, o en el hueco del vómito del purgatorio. Antes
nos vino la náusea con su cuchara de sal y el cuerpo al límite de las
supuraciones: se abren los ojos ante la belleza de las idolatrías; quedamos
pocos fuera del telón de las armaduras y los torpes maniqueísmos de una lágrima
en este mundo de conspiraciones. Es como jugar a los razonamientos del
estiércol o regresar al asco de los esfínteres, comedia a fin de cuentas de
nuestras desgracias. En los disparates de la desesperación, aquellos rostros de
difícil digestión y sospecha…
Del libro: Umbral
de la sospecha, 2020.
©André Cruchaga
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