NINGUNA
SOLEMNIDAD
Qué importa
cuando el frío, poseso, aturde el rostro. En la silla de agua, desdoblo mis
pensamientos, esa costumbre de perderme en las aguas de la memoria. Qué importa
si la luz se apaga con el viento, y vienen pálidos los agobios como la fosa de
las paradojas que siempre me acompaña. La vida transcurre en la primera sed de
la carne o en esa sensación de viaje de la intimidad. Después se desempolvan
los armarios enmohecidos de la calamidad y la ropa que suma las
transfiguraciones. Al final, apestan los escenarios de la locura y el antaño
del vino tinto del ensueño.
Del libro “Estación
Huidobro”, 2019
©André Cruchaga
©Pintura de Jean-Charles Millepied
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