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SIEMPRE INTEMPERIE
Nunca
dejamos de ser en el camino, intemperie: lluvias, neblinas, sombras, partidas.
Siempre al ras del suelo la felicidad fenecida y esa desnudez de pecho aferrada
al muro de la deriva. Con todo el no dormir la luz deja de aquietarse: insomne
se eriza el fuego en los brazos, aunque ya todo haya expirado como el sueño que
respira en la hoja que cae, lenta, en el sin fin del otoño. Mañana, tal vez, —sobre la piedra del féretro—, el adiós nos muerda con su último
resplandor.
Del libro: Precariedades, 2019
©André Cruchaga