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ANTESALA
DE LA CALLE
Sobrevivimos a los
dientes furibundos del tiempo y al entumecimiento de las criptas: cada calle
solo fue la antesala de ese círculo vicioso de lo real. Anduvimos en una
placenta de transeúntes desaforados: anduvimos, sí, desnudos desde la infancia
y ahí llovía con inocente luminosidad hasta que del chubasco, emergían los
jardines y las alas, en fin, del incienso con su hacinamiento de ansiedades
imprescriptibles. En Estherville, el
bosque y el pecho envuelto en escalofríos y un hilo de pájaros en el exilio del
país.
Del libro: Precariedades, 2019
©André Cruchaga
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