En la crin de las facultades de la oscuridad, los extremos imbatibles
de la hoja acerada del desvelo con la niebla a quemarropa de los naipes
del náufrago, con el vómito generacional de la prehistoria.
Imagen tomada de la página virtual/elalmanaque.com
GALOPE DEL DESVELO
Toda la marea de las aguas empieza a ser sonambulismo. Yerran los sentidos en esta larga bruma a prueba de zonas congeladas, este martirio que estalla en los sentidos: cabalgamos abriendo puertas de relámpagos, puertas próximas al abismo del espectro, el cisne negro de la memoria, el gato montés en el despeñadero. Sobre tijeras cuelgan los ojos, las miradas líquidas de la sal secadas por el viento, hasta el punto de prolongar los cementerios. Abatido por los cascos envenenados de la noche, rostro, piel, pensamientos, rompen la fiebre de las paredes: todo el zodíaco estremece la cuenca de los ojos, este hervor de búhos en las entrañas. Toda noción de sueño se pierde en el metal de los cascos; así he pasado perdido en las telarañas de las palabras, en aquel vitral de asilo deshojado que me dio la flor avergonzada del calendario huidizo de los cometas, las pestañas postizas del paisaje dentro del amplio lecho del hambre. No sé si hay auxilio para este árbol de ceniza que se aferra al extraño respiro del granito, a la ventana en fuga del polen, a todos los días sin vestidos, ni auxilios. En la crin de las facultades de la oscuridad, los extremos imbatibles de la hoja acerada del desvelo con la niebla a quemarropa de los naipes del náufrago, con el vómito generacional de la prehistoria. Toda la luz me avienta a las cosas profundas: todo el desvelo líquido del insulto, y aquellos cascos sobre calles duras. Toda la leche confusa de los recuerdos, acerca sus dedos como extraño fuego.
Barataria, 16, VI.2012
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