miércoles, 1 de septiembre de 2010

EQUILIBRIO

Fingimos de pronto, cierto equilibrio en los andenes, frente al vecino,
Pero andamos los destellos boca abajo.
Comemos santos en la iglesia o la ermita; y, adentro en vez de auroras,
Anidamos témpanos de hormigas,
Cuervos, serpientes, alacranes, y toda clase de ansiedades venenosas.
La arcilla aquí, es sinónimo de cansada cobija.
Imágenes gratuitas








EQUILIBRIO







Soy un poco los rostros que abomino,
y otro poco también los que deseo.
MÁXIMO SIMPSON







Fingimos de pronto, cierto equilibrio en los andenes, frente al vecino,
Pero andamos los destellos boca abajo.
Comemos santos en la iglesia o la ermita; y, adentro en vez de auroras,
Anidamos témpanos de hormigas,
Cuervos, serpientes, alacranes, y toda clase de ansiedades venenosas.
La arcilla aquí, es sinónimo de cansada cobija.
Entre un invierno y otro, nos aturde la marea. El mescal de la sangre
Respira puertas cerradas, calles efímeras, esquinas de alevosía.
En la oscuridad llenamos la boca con espectros.
Nos come el miedo a las verdades. El abismo es nuestro reloj.
Vivimos en el amor al agravio, no en la paz completa de la transparencia.
La risa no tiene el ojo en calma,
Y en cambio las frustraciones reprimidas, se tornan inefable afán.
Somos siempre, migajas convalecientes salidas del horror,
Presencias de tramas metafísicas, amores desconcertados, ilusiones
Del in prontus de cada día, el polvo raído de lo inútil.
Somos el puente colgante en el cuello petrificado de los gansos;
El día maloliente trasegado a los barriletes,
Exterminadores de la fantasía, pródigos del desaliño.
Nos duele la bonanza del otro; odiamos la dicha ajena; nos come el labio
Dichoso; —para leer las estaciones no sirven los manifiestos,
Sino dejar que fluya la melodía del bosque.
Entre lo que abomino y deseo, coronamos el instinto de guijarros.
Entre tanto hastío y lejanas dichas, el ojo sumergido en la escoria.
Es evidente el sopor en los sueños: el caldo agrio del infortunio,
El vuelo desperdigado sin hacerse aprehensible,
Sin hacerse sombrilla a prueba de intemperie.
La felicidad siempre tiene algo de inocente complacencia, de encendido
Color; y no de velada senectud, ni adusto hollín.
Cuesta convertir el gozo en entusiasmo; el equilibrio en rocío.
Siempre está ahí, la insana ponzoña del tiempo, la bestia del susurro,
El crepúsculo amortajado con su toga,
El dominio celestial de lo oscuro, la vehemencia al desvelo.
Palpitamos como agobiadas paredes de adobe. Como abisales campos
De estados policíacos, como arcanos de serpientes sumergidas.
Buscamos el equilibrio en el aroma fétido de los albañales.
Invocamos legiones de cuervos en el suspiro. La presencia del rocío
Nos atormenta porque sólo mordemos la sombra del vestigio.
—¿Qué es el equilibro sino la distancia conveniente entre la noche
Y el día, el torrente del silencio y la algarabía, la fragancia postrera
Y presente ininterrumpida en el tiempo?
—A quien no lo sabe, que agarre su alforja y camine sobre
Las aletas de las nubes, sobre las páginas de los sedantes o, si se quiere,
Anudando los senderos a sus propias sienes…
Barataria, 01.IX.2010

No hay comentarios: