lunes, 1 de febrero de 2010

EL POEMA, DESPUÉS DE TODO

El poema después de todo, se convierte en aforismo de la vida.
Uno se ahoga en cada ladrido de los perros callejeros:
—En cada abrazo del gusano sobre el papel, en el ojo imaginado,
En la razón del reverbero,...

Autor de la fotografía: Juan Pavón







EL POEMA, DESPUÉS DE TODO







…mis poemas están acostumbrados
a batallas y cañones de olvidos.
MARIÁN RAMÉNTOL SERRATOSA







Fuera de la boca del minuto somos aprendices en la piel ajena.
El salivazo de la tinta impregna la hoja de papel de preñeces
Y lujurias. De otro modo no se podría vivir el espejismo
De los roperos, el rezo de las vocales,
Y los designios de las calles con sus sortilegios.
El poema después de todo, se convierte en aforismo de la vida.
Uno se ahoga en cada ladrido de los perros callejeros:
—En cada abrazo del gusano sobre el papel, en el ojo imaginado,
En la razón del reverbero,
En el orificio del aire que dejan las alas,
O el vacío del reloj creciendo en la espalda. El amarillo de la respiración,
Las esferas tatuadas con grietas de dolor,
Los pedazos de las paredes sujetándose de las manos,
El precipicio del sueño como un jugo enlatado. —Es el poema,
Después de todo.
Los ríos enormes en la perpetuidad del torrente.
En cada poema nace la muerte. Se hace la tormenta. Las puertas
Colgando de la lluvia, el cadáver del latido escarpado,
El baúl de las huellas en el aliento,
El tropel del ansia en sandalias, la sonrisa en los pétalos del aire.
Después de todo, el poema es una luz sobre las piedras.
Estoy en los mares que inventan las palabras. En los peces crecidos
De las gotas, con la promesa de los rincones y el equipaje.
Después de todo, el poema es una ventana de recuerdos.
—Se anda en los espejos de las aceras, en el pozo de la garganta,
Vaciando las botellas de la vida.
Cada día se regresa al pasadizo de las raíces,
Al mundo donde nacen los nombres,
A la habitación sin fortalezas del aliento. A esas tetas de la materia
Donde poco importa el dolor.
—A menudo camino con agujeros en el pecho. Es la forma del azar
Para hallar la eternidad, no sin ciertos despojos
De puertas y ventanas.
En cada lugar acaricio los ataúdes del miedo, los féretros
Del trencito de madera, el refugio del Llanero solitario,
Las paredes con mariposas en la boca. Y hasta un desván con insectos
Para armar el mundo.
Luego el poema desaparece en los ojos del relámpago. No quedan
Rendijas, sino la ingravidez de los cuchillos en los pájaros,
En los cuatro costados de la inocencia, en el laberinto de los vitrales.
Después de todo, el poema también se vuelve olvido indescifrable.
Un cadáver de sueños habitado por la soledad.
Una puerta hacia abajo. Un recuerdo cruzando el vacío…
Barataria, 27.I.2010

1 comentario:

Marian Raméntol dijo...

Una vez más, el poema se crece entre tus dedos. Gracias infinitas por ese epígrafe, un honor y un privilegio para mi.

Abrazos
Marian