Ilustración: Fernand Leger
DÍAS EFÍMEROS
¿Eres tú, Nómada, quien nos pasará esta noche a las
riberas de los real?
SAINT-JOHN PERSE
¿…en qué piensa ese hombre
A la hora del crepúsculo
Sentado en una roca frente al mar?
ÓSCAR HAHN
Cada suburbio tienes sus propios taxis y peatones, pulperías,
Y adiestrados perros de compañía.
No sé que haces, hoy, caminando por las calles del Bronx;
Antes a la orilla de la línea férrea de las estrellas con la prisa
De un hot dog o una hamburguesa en la mano,
Tratando de descifrar tu propia desnudez.
Antes, claro, fue en esta bestia de País que tenemos llamado Patria.
No sé si un día nos perdonaremos tanto vejamen.
—Tal vez descubramos el gran baile de títeres. Los cadáveres
Tiritando en las encías, el olor nauseabundo de las mordeduras.
En realidad nosotros no sabemos conspirar contra la ignominia,
Ni contra los que conspiran cuando ejecutan danzas macabras.
Nos hace falta un océano de amor.
Quizá bocas ásperas para sacudirnos los desafueros, las poluciones
De hollín en los días efímeros que nos toca vivir.
Vos sabés toda la verdad que soltamos al momento que nos besamos.
Los dos del color de los majonchos maduros cuando el olfato
Se llena de miedo, cuando la piel de la duda nos perturba.
[Luego supe que adorabas ciertos fetiches y falos. Sobacos y cartílagos
De perversión, juegos terminales y no sé qué otras cosas más].
Mas allá de los gemidos ciegos del orgasmo, nunca dijimos nada.
Juraría que aullamos con lascivia queriendo descifrar los códigos
Del sánscrito, y los dictámenes resurreccionales del poder.
Desgraciadamente nos olvidamos de nosotros mismos. Hesíodo
No nos salva de este páramo, ni el frenesí de la otrora Marilyn Monroe.
Tu vagina siempre enloqueció mi almohada.
Claro que no tanto como los dramas pasionales de los espías.
A un paso de la muerte, siempre nos divertimos con la pólvora,
Con esa turbulencia de los manglares,
Con los burdeles a media luna, a medio amanecer, fumando
Kilómetros de desvarío. La vida aquí, no es tan diferente a la que vives
Allá al compás de la vertiginosidad.
—Aquí la melancolía todavía no mata, aunque hace tantos estragos
Como el alza en costo de la vida. Un día me pedirás que suture
La película de nuestros espejos rotos, que rearme los roperos
Y las alacenas, que nos curemos clínicamente de este vaho de Sodoma.
Piedad jamás pedimos a nadie. Ni siquiera la necesitamos.
Por supuesto no sé si cambiaría nuestra suerte bañándonos con ruda
Frente al amor que nos tenemos. Frente a la ráfaga paupérrima
Que cae todos los días en nuestras sienes.
Es difícil romper el cordón umbilical de nuestra locura. Todos los juegos
Que una vez jugamos, toda la desnudez tuya en mis manos,
El escondrijo de los poros,
Y esa niebla eléctrica a quemarropa derramada en los dedos.
El País ha cambiado tanto que sólo nos salvan nuestras piernas.
Por eso ya no te preñez: Hay demasiada perversidad en nuestra brama,
Aunque esté convencido que vivir es un acto heroico…
Barataria, 17.II.2010
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