©Obra pictórica de Jackson Pollock
EL RECUERDO ES UNA MANCHA EN EL CUERPO
Sobre las hojas diseminadas sobre la
mesa, veo los espejismos,
las palabras que nunca dijeron tu
boca, la respiración cortada
tras el disfraz, la máscara de
siempre como el discurso
en un sótano, imposible de entender
en la oscuridad ofrecida.
En el desorden de la noche vuelves y
te sumerges en mi cuerpo.
Cavas en mi sueño silencios espesos,
silencios que articulan
humedad en mis ojos y dejan una
huella de sal en la boca.
No distingo tu cuerpo entre las
estrías de la lluvia: el frío atraviesa
el espejeo, mientras los ojos se
curvan de sospecha.
Hay zonas oscuras que se desprenden
de los recuerdos.
Ahora, por cierto, entiendo la
opacidad y los artificios de aquellos
días, los pedazos de paladar, el
corazón desvanecido de la juventud
y las alas que fueron hipnosis y
quemadura, tentativa y ahogo.
Uno capitula en la continuidad del
animal sin brida que nos golpea
hasta el asco, de los perfumes
íntimos que nos exorcizan.
En la oscuridad delgada de la piel y
la boca, es inútil la alternancia
del tiempo en los dedos, es inútil la
espera en la materia.
Es inútil el ardor cuando el óxido ha
hecho su guarida siniestra.
Es inútil buscar sin saber dónde
habitamos o extirpamos
las palabras que le dieron fisonomía
a nuestra propia historia.
Es inútil explicarle al aliento la
diferencia entre deseo y realidad.
De: Como quien pide luz o pide agua,
2021.2022
©André Cruchaga
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