Imagen cogida de la red
CAMINOS ABANDONADOS
Oscuro el
fósforo artificial del paraíso, el arbitrio zodiacal de la penumbra.
Montamos
guardia en la caja de resonancia de la teatralidad,
en el
melodrama convencional de los relojes y su vieja forma de calendario
de la
subconsciencia, en el desorden que alcanza la pesadilla irrealizable.
En la vieja
luna de los caminos, sólo la tierra ladrando su irrecobrable paz.
Si existe
algún laberinto, ese está en las palabras y sus bisagras ciegas,
o en ese
bestial altar de la oscuridad.
Los caminos
abandonados tienen paredones donde el hampa hace de las suyas;
uno lo sabe
porque es la puerta que golpea la boca, o la cuerda que hace sangrar
las
ventanas, desde las cortinas hasta la acidez de las axilas.
En la
fotografía que se forma del chorrito de agua, también está esa ternura ciega
que
propician los periódicos y sus imágenes hedonistas y su flauta
de puñal de
agua: tanto caminar hinchando los tobillos y apretándonos,
de manera
sinuosa, la maldad y sus retorcidos horcones de páginas vacías.
Entre todos
los miedos que nos deja la miel de los panales, está el grito
de auxilio y
el abanico de algún recuerdo que nos muerde las sienes.
Rota el ala
y el puchito de razón que nos queda entre el polvo y las alambradas,
sólo nos
hace falta echarle un vistazo al reloj sordo que nos sacude el instinto.
Detrás del
paso de las rodillas sobre el recuerdo, la noche y su espejo agrio,
chorreando
bocas desmayadas. Bocas difusas, por cierto.
Sabemos que
la tipografía del cierzo, no siempre es igual a la del cántaro roto
de la sed.
En medio de tantos chunches, la cobija de tinta sobre el petate
de la página
y su aliento aún en la moneda de los pétalos…
Barataria,
13.IV.2016.
No hay comentarios:
Publicar un comentario