AQUÍ Y ALLÁ
No hay
límites, salvo el engaño que germina en todas partes.
La luz siempre
nos vuelca a lo inenarrable de los vacíos,
o a ese viejo
tanteo entre penumbras.
Tampoco existen
templos inocentes, con vitrales de peces, salvo
la salubridad
de maniquíes y el continuo desprecio.
Fluvial
la espina que se nos revela en los costados, como un riel
desplomado
que empieza a beber el cuerpo.
—Juro que
a menudo me toco para saber si estoy vivo.
Me olvido
fácilmente de mi cuando oigo la medianoche
a través
de la campana del más allá.
(Uno libra
batallas disímiles en el ámbito del recuerdo;
por ello,
doy vueltas alrededor de las esquinas del presente.)
Procuro
estar liviano para levantarme de la oquedad del aquí.
Mañana será
otro cuento frente a los que parten y nunca regresan.
Acaso porque
todo me impulsa a lo difuso y así lo asumo.
A la
sangre profunda de todo lo que nombro, sea fugaz o perenne
realidad.
Sea la luz o la oscuridad en mi cuerpo.
Sea,
pues, el espanto que producen los gusanos mi compañía
más cierta
en este aquí y allá inundado de úlceras espléndidas.
Del libro: «Mesón Vallejo», 2020
© André Cruchaga
©Pintura de Jane Graverol
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