miércoles, 27 de septiembre de 2023

DESTELLO DE LA ROSA ENFERMA DE BLAKE

 

©Pintura de Joan Mitchell


DESTELLO DE LA ROSA ENFERMA DE BLAKE

 

 

Siempre me pierdo en el destello cotidiano de la ciudad.

(Un destino de migajas con toda la bitácora de mi orfandad; resumo

en ella, la rosa enferma en el espejo de mi vigilia.)  

¿Olvido el justo tiempo del día y sus comensales?

—Madura la melancolía del desierto de sed como una lluvia inmensa

en medio de los ecos amarillos de un horizonte ondulado de vitrales.

Inundé mis incendios de trenes, de pájaros y sombras de hastío:

volví a la vida después de ver los candiles encendidos;

afuera, en las esquinas de las alacenas, las contradicciones proféticas

de reír con frío en la memoria y el aleteo de esparcido granito.

(El olvido es una noche infinita de vacíos en donde sólo son posibles

los conjuros disecados, y esta fealdad sin recompensa de habitar

el mundo de los párpados despedazados.)

Por cierto, cualquier analogía con la luz ya es ganancia:

mundo y sueño horadan mi pulso con sus aletazos grises de viejo

turbante. Añoro, en la oscuridad, una persiana de lozana respiración.

Un resplandor de galope sobre la desnuda estatua de mis ojos,

una ráfaga de vagones en el territorio del pecho.

Una muerte absorbida navegando en tu isla de transparente relámpago.

Las entrañas sordas marcan la sombra de tanta hostilidad.

En la concavidad de mis manos el hombre con sus tumbas sangrantes.

 

San Francisco, California, 2013

 

Del libro: «Burdel Bahía St.», 2013

© André Cruchaga


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