©Pintura de
Joan Mitchell
LABERINTO
No hay camino sin que embista la ceniza plural del aliento.
(Juego al bestiario y al vértice del delirio,
a la anatomía alada de los peces y a las ausencias ácidas del tiempo.
Juego al oleaje del paraíso entre cobijas, a los argumentos duplicados
del fuego, al océano que me despierta debajo del muelle.)
Nada tiene sentido en las concavidades del eco, ni las extrañas redes
de la espera y el crepúsculo: estoy cansado de soportar la historia
y los jardines encalados del suspiro, las afonías amarillas
de la piedra; a ciertas horas todo es indescifrable,
día y noche la opulencia de las telarañas, el tableteo de las barajas,
los umbrales sajados por el viento, los ávidos secretos
como una lanza con sus sopores innombrable.
Ante mi propia naturaleza, la inclemencia soterrada del sollozo.
Ante los callejones desaforados de las ruinas, el atrio del cataclismo.
Frente al arcano, la rosa del sigilo, la transgresión superior
del minuto, aquella naturaleza ardiente a la que siempre aspiro.
Lejos está la ternura y cerca la gracia frágil de la Esperanza.
San
Francisco, California, 2013
Del libro:
«Burdel Bahía St.», 2013
© André
Cruchaga
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