viernes, 1 de septiembre de 2023

TODAS LAS MUECAS POSIBLES

 

©Pintura de Joan Mitchell


TODAS LAS MUECAS POSIBLES

 

 

Allá en la forma del ave, sanadas las cenizas del mar muerto

de los jardines, tu cuerpo claro sobre la losa que cala los poros.

Demasiado espasmo para sortear este mundo poco inocente.

Algo parece irresuelto en los aturdimientos y la oscuridad estática.

Sobre la mesa, la sombra inocua de los días de constante ahogo:

(el celofán del aire sobre las hojas artificiales del vendaje.)

Para ser libre, el tiempo sin alcantarillas y los peldaños absolutos

de la escalera sin nicotina, ni agónicos sollozos:

al final uno sabe que las alas funcionan como un vilano de sueños,

que el camino del pan es angosto como los túneles.

A los fuegos de la sangre hay necesidad de quitarle lo agridulce,

desarrugar los guantes y coger al vuelo las mariposas.

En la punta del placer memorable, la lengua del fuego acaba siendo

un agolpamiento de saliva de irrevocables peces,

la red salina de los litorales, la plena herida que subyace en la brizna.

O la siempre agreste desnudez del otro lado de la entraña.

A nuestras espaldas, el puente como un centinela trocado por pájaros.

Nunca pudimos preservar la felicidad para liberarnos

no de la infinitud del placer, sino de las cortinas resbaladizas

de los muelles apoltronados en la herrumbre.

 San Francisco, California, 2013

 

 Del libro: «Burdel Bahía St.», 2013

© André Cruchaga


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