© Obra pictórica de Joan Mitchell
PÉRDIDA DE LO GANADO
«Su
paso es una llaga sobre el rostro del tiempo.» Repica después emborracha los
días: tenía todos los extravíos de la tarde en las paredes de lámina de los
callejones se fueron acumulando las distancias los pernos mohosos de las
aldabas las manos de la fatiga: era menester golpear una y otra vez las heridas
en lo inmundo plantaba fuegos hasta el hartazgo era diluvio este lado del
espejo el hondo cuerpo descubierto de los días sospecho ahora de la lluvia en
los ojos desplomada con la necesidad de alinear los poros de las palabras lo
bastante para el esplendor o el estrépito a no ser por el tiempo éramos
equilibristas bárbaros para forcejear en todos los rincones del ardor hoy solo
podemos delatar las contradicciones y los tributos exaltados de la primera gracia
¿Quién puede arrancarle los ojos al manicomio, asomarse al tejido destruido dar
un amén de hostia en medio de tantos transeúntes? Nunca me resistí a la saliva de tu boca ni al
alboroto del musgo endulzado por el tacto nunca aborrecí tu lengua emplumada de
colibrí ni ese siempre lento suspiro del escote pero su nombre no se estira con
el tiempo ni retorna al cuerpo que tuvimos si acaso un sabor a lejanía
ronda en la memoria si acaso siempre le dije dígame y usted cambió de
personaje y yo de debilidad supongo que nunca estuve ahí pese a tener el
horizonte de unos brazos definidos claro que «en esos arrobamientos mi cuerpo
perdía su calor natural, y se iba enfriando, el suelo bajo el cuerpo…»
Del libro: «Mi memoria se ha cansado de llover y
esperarte», 2022
©André Cruchaga
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