lunes, 17 de octubre de 2022

CONTINUIDAD DE LA AUSENCIA

Obra pictórica de Joan Mitchell


CONTINUIDAD DE LA AUSENCIA

 

 

Sigue siendo la ausencia el cuchillo que brilla en el camino:

es difícil no pensar en la escritura del nosotros: en el viento

verde de las palabras, en la mesa recurrente de las cobijas,

en la devoción de oír tu voz en mi aliento, aclarar la vereda

de las manos, fabular en la escritura del césped.

Sigue siendo la ausencia, el pocillo de café en las horas claras,

donde la fatiga ahogue su travesía de mustia centella.

Siguen estando rotos los sueños y ausente el catecismo del olvido;

frágil es la eternidad por más dura que parezca,

al final sé que moriré sin que me acompañe un cuaderno.

Esto que digo es verdad al andar entre espinas: acechan

los peligros sin remedio, a dentelladas.

Sigue ausente el rostro que crepite sin la ignominia de la espina,

la ola que no borre los muelles, ni se arrugue la alegría,

un paraguas con la concavidad necesaria del horizonte.

Sobre el techo, el tiempo en ráfagas, el humo bebe mi palpitación;

parecen errantes las alas cuando no hay un árbol,

ni paz para poner de rodillas la danza macabra del grito.

Hay dolor en el extrañamiento, en la grieta de las fronteras,

en la guitarra desafinada que estruja la conciencia del aire,

en cada ojo cuando las manos tocan fondo en la noche

y nadie responde, salvo el perro que suspira entre noches moribundas,

en candiles a punto de romper el reloj plagado de las sombras.

Hay tantas cosas que siguen siendo ausentes: el árbol del corazón

en el desierto, campanas hostiles, las moscas con su campanario

de heridas, la lucidez para abrirle orificios a la realidad.

No sé si es simple repetición o una patología la barbarie siempre

del presente, el comején expansivo del hollín,

la polilla escapada de los relojes, el desarraigo masivo de ciertos

discursos, la masa seca convertida en caótica muestra de museo.

(En las noches, sigues estando ausente de mis brazos:

nunca tocas la página interna del aliento, ni apareces en el instante

de la melancolía, ni en la infinitud del poema que avanza

en la embriaguez urgente del miedo.

Sigues ausente en los rigores del páramo, en la catarata del fuego,

en la humanidad que de pronto es absurda patria de lo vulnerable.

Ante los mismos argumentos, me quedo aquí,

jugando a las palabras, sin más pecado que soportar el frío.

Solo «Mi triste lengua dedicada a1 fuego da la memoria.»)

.

Del libro: «Mi memoria se ha cansado de llover y esperarte», 2022

©André Cruchaga


 

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