CONTINUIDAD DE LA AUSENCIA
Sigue siendo la ausencia el cuchillo
que brilla en el camino:
es difícil no pensar en la escritura
del nosotros: en el viento
verde de las palabras, en la mesa
recurrente de las cobijas,
en la devoción de oír tu voz en mi
aliento, aclarar la vereda
de las manos, fabular en la escritura
del césped.
Sigue siendo la ausencia, el pocillo
de café en las horas claras,
donde la fatiga ahogue su travesía de
mustia centella.
Siguen estando rotos los sueños y
ausente el catecismo del olvido;
frágil es la eternidad por más dura
que parezca,
al final sé que moriré sin que me
acompañe un cuaderno.
Esto que digo es verdad al andar
entre espinas: acechan
los peligros sin remedio, a
dentelladas.
Sigue ausente el rostro que crepite
sin la ignominia de la espina,
la ola que no borre los muelles, ni
se arrugue la alegría,
un paraguas con la concavidad necesaria
del horizonte.
Sobre el techo, el tiempo en ráfagas,
el humo bebe mi palpitación;
parecen errantes las alas cuando no
hay un árbol,
ni paz para poner de rodillas la
danza macabra del grito.
Hay dolor en el extrañamiento, en la
grieta de las fronteras,
en la guitarra desafinada que estruja
la conciencia del aire,
en cada ojo cuando las manos tocan
fondo en la noche
y nadie responde, salvo el perro que
suspira entre noches moribundas,
en candiles a punto de romper el
reloj plagado de las sombras.
Hay tantas cosas que siguen siendo
ausentes: el árbol del corazón
en el desierto, campanas hostiles,
las moscas con su campanario
de heridas, la lucidez para abrirle
orificios a la realidad.
No sé si es simple repetición o una
patología la barbarie siempre
del presente, el comején expansivo
del hollín,
la polilla escapada de los relojes,
el desarraigo masivo de ciertos
discursos, la masa seca convertida en
caótica muestra de museo.
(En las noches, sigues estando ausente de mis
brazos:
nunca tocas la página interna del aliento, ni
apareces en el instante
de la melancolía, ni en la infinitud del poema que
avanza
en la embriaguez urgente del miedo.
Sigues ausente en los rigores del páramo, en la
catarata del fuego,
en la humanidad que de pronto es absurda patria de
lo vulnerable.
Ante los mismos argumentos, me quedo aquí,
jugando a las palabras, sin más pecado que soportar
el frío.
Solo «Mi triste lengua dedicada a1 fuego da la
memoria.»)
.
Del libro: «Mi memoria se ha cansado
de llover y esperarte», 2022
©André Cruchaga
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