martes, 23 de noviembre de 2021

ALGO ROMPIÓ EL ALBA

 

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ALGO ROMPIÓ EL ALBA

 

 

El mundo físico todavía está allí. Es el parapeto del yo el que mira y sobre el cual ha quedado un pez color ocre rojizo, un pez hecho de aire seco, de una coagulación de agua que refluye.

Pero algo sucedió de golpe.

Antonin Artaud

 

 

Sí, como un pez de temblorosas escamas y desencuentros,

la sal legionaria de sombras que zumba en los ojos, el moscardón

coagulado del aire, la estatua desleída de la noche hiriente,

o el grito roto en la lengua de un ciego:

nos hartamos de las palabras extraviadas en la lluvia,

del yo que no logra encontrarse en la noche, ni ancla en sonrisa.

Entre la multitud orgásmica de las confabulaciones incendiarias,

el empedrado del cielo, la introspección borrosa de una flauta,

los exteriorismos punzantes de la demografía y la democracia.

Nuestro mundo íntimo es un despeñadero de alhelíes,

una trama con tapicerías y antifaces inocultables y vociferantes.

También lo es la mortaja que sirve de cobija, el tizón que se aferra,

a ser candil, la sangre vidriosa en la sed de los cadáveres.

Nada nos queda por subvertir después de las heridas del escalpelo.

Nada cuando el alba es un techo de vidrio. Una pared rota.

La batalla compartida únicamente ha dejado vestigios.

 

De Camino disperso, 2021

©André Cruchaga


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