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CALLES Y PARADOJAS
Allí las piedras
se hunden bajo la corriente,…
John Clare
afuera las calles y la paradojas la brizna
que gime en pedazos sobre la sombra antigua de las moscas: nuestro tiempo no
existe, salvo las calles y la paradojas los círculos apolillados de las viejas
costumbres y si hay dudas habrá de preguntársele nuevamente a Anaxágoras por el
asombro de nacer sin salvación alguna en derredor hay largas filas de gemidos y
ventanas a punto de aventar la polilla en los ojos —diréis acaso que también es
melodrama el temblor de las hojas del desvelo que suelta sus crines de intrépida
vorágine y la sábana irrespirable de los ritos y la oscuridad de la piedra en
la garganta sé que es horrible el delirio en los huesos derramados del vinagre
los clavos se vuelven inevitables en la piel vivimos en permanentes quirófanos
de gastados sueños sobre todo cuando el aire se bifurca en los escapularios y
los pequeños vestíbulos de la saliva se dispersan en la carcoma impregnada de
apiarios en la confidencialidad de la dulzura he descubierto la forma tetelque
de los papiros el colibrí hierático de ciertas fisonomías los nerviosismos
propios que produce la fugacidad en el oficio de contrastes de los jardines a
punto de desvanecerse cada instante es una llama: forma inaprensible en la
realidad del poema: no siempre uno se percata de ella cuando amanece porque es
una explosión de puertas: el catálogo agridulce de nuestro entorno —en la
esquina de los altares el instinto a perpetuidad de la medianoche de la sábana
del aliento sobre la piel el luto del aprendizaje la polución de las estatuas
esgrimiendo la alegría de la intemperie —si aún dudáis de las parábolas habría
que resistir a la manía de convocatoria que tienen los atrios y solos quemar
los himnos y los cánticos de la respiración desvanecer el sudario de la tinta
nacer de nuevo desde la hipnosis y evitar cualquier calificativo pródigo que
nos conduzca a la errata del insomnio no es suficiente pensar en las fronteras
hay necesidad de derribar los muros de la propia página y esa sombra absurda
que enjabona la conciencia de tizones de herrumbre —vos y yo lo sabemos después
de caminar sobre las brasas después que la fosforescencia quemó los ataúdes y
se ha vuelto la única sabiduría posible (al final de la tarde sólo quiero
mirar la luz y sentir a fondo por última vez el pulso del tiempo)
Barataria, 2012
Del libro “BLUES”, 2012 (inédito). 140 pp
© André Cruchaga
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