©István Réti (1872-1945),
pintor húngaro.
ESTA LUZ
Las llamas que hago recortar de tiempo en tiempo por el peluquero
son las únicas en delatar el negro infierno
interior que me habita
Louis Aragon
con cada tumultuoso amanecer,
Louis Aragon
con cada tumultuoso amanecer,
la luz arrasa el reino de la noche
y emprende su combate.
Carlos Marzal
Carlos Marzal
Un día, al nacer el agua hizo la luz.
Cedió el gris del tiempo.
Desde entonces la abrazo, aunque a menudo sea huidiza.
A menudo la putrefacción de los taburetes la vuelve charco
de viscosidades inciertas.
Desde entonces la abrazo, aunque a menudo sea huidiza.
A menudo la putrefacción de los taburetes la vuelve charco
de viscosidades inciertas.
Siendo extensión de los nombres guarda la hoguera
del silabario, y la transparencia hormigueante de los rayos.
En los colores me borra el suspiro de la noche.
En el rostro es cruel el ala de los pájaros.
Los cielos inasibles Que nunca he
visto,
la creación hecha de arrebatados
metales.
Lo que sucede cuando se disuelve en el ansia es horrible:
—no hay Dios que borre el eco de los aserraderos,
ni cambie los establos nocturnos del aliento.
Siempre es así cuando el pan desvaría en el hambre.
Cuando la piel se vuelve un trozo de hollín,
y los tabancos oscurecen de insectos.
Lo que sucede cuando se disuelve en el ansia es horrible:
—no hay Dios que borre el eco de los aserraderos,
ni cambie los establos nocturnos del aliento.
Siempre es así cuando el pan desvaría en el hambre.
Cuando la piel se vuelve un trozo de hollín,
y los tabancos oscurecen de insectos.
Y la mañana es una
lágrima sin fluir sobre las calcinadas moscas del fuego.
A menudo la luz es la misma sombra inconfundible de las piedras.
Iceberg de fallidas cucarachas,
o simplemente piscuchas enarbolando pañuelos etéreos.
En mi costado el aire hiende sus almácigos
lágrima sin fluir sobre las calcinadas moscas del fuego.
A menudo la luz es la misma sombra inconfundible de las piedras.
Iceberg de fallidas cucarachas,
o simplemente piscuchas enarbolando pañuelos etéreos.
En mi costado el aire hiende sus almácigos
—hiende, digo, Agolpadas ventanas,
cerillas como astillas dulces,
inviernos de aceras, donde los trenes cuelgan sus vagones.
inviernos de aceras, donde los trenes cuelgan sus vagones.
Esta luz del tiempo tan real en la cruz desgastada
de mis zapatos, sucesión de ventanas en zanjas yertas.
Esta luz en la saliva.
Desvelada y húmeda en el tiempo.
Evidencia es de los colmillos que trituran pastizales.
Evidencia es de los colmillos que trituran pastizales.
Ceñida Tapicería de la intemperie.
Cada sábana hace su trama de entrañas.
Cada sábana hace su trama de entrañas.
Cada júbilo salta En las monedas del
sueño,
cada color se vuelve inicial
desvarío.
Siempre es muro de infinita libertad.
Siempre es muro de infinita libertad.
abrigo frente a la penumbra.
Ya en los ojos, grotescas resultan las fisuras en el sueño.
En la razón no cabe la porcelana del calendario.
Jamás el tránsito heroico carece de misericordia:
—la luz agita Las formas, y el
abanico inexorable del mar.
Ahí no hay que interrogar a los espejos,
Ahí no hay que interrogar a los espejos,
ni extraviar los días Amables,
ni saltar sobre las astillas de lo
ininteligible.
De pronto hasta las estatuas parecen menos oscuras y los lobos
vacilan en la alegoría de las pupilas.
El aire se agolpa en las lámparas del mediodía,
en el hilo De lo humano.
Aquí no caduca en los bolsillos como
una moneda gastada,
sino que danza como un juego de
sombreros.
Así la certidumbre conmemora al ala.
La rebelión contra lo oscuro y desconocido.
La oquedad del polvo sin gloria,
sin la presentida espuma en el
olfato.
La luz deshizo los acantilados de la desolación,
y forjó sin piedras, el destino intermitente del asombro.
Barataria, 03.XII.2009
Poema sin
filiación.
© André
Cruchaga
©István Réti (1872-1945),
pintor húngaro.
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