Imagen cogida de cincocentros.com
EN LA OTRA PÁGINA
En la otra
página de la memoria, cuelgan los pizarrones de las viejas nostalgias.
Quizá los
mapas me recuerden las latitudes agrietadas de la súplica,
o esa otra
forma que tienen los relojes de ser inquilinos de las semanas,
o ese camino
de migajas por donde los ángeles pasan de rodillas,
o ese precio
que hay que pagar al fijar la vista en las vitrinas,
o ese abrazo
esperado en una habitación que de pronto sólo tiene cuatro paredes
y polilla y
oscuridad,
o ese
puchito de sombras que se apodera del lenguaje hasta tocar la soledad.
Sólo los
párpados saben de las concavidades ciegas de la tierra.
En los
dientes apagados del relámpago, la desnudez hace su engaño
a los
sentidos: ignoro si es cierto, aquel ventarrón de juncos sobre las manos.
Uno sabe de
pronto que la tinta se confunde con la salmuera y con el ojo
del afán de
la melancolía, y con el coágulo de respiración que aún queda
en la
alacena de polvo del altísimo.
Enfrente del
témpano de tinta, uno empieza a señalar las vocales
de las
ventanas y ese espejo de cal que tienen los vidrios del horizonte.
Siempre
resulta insignificante la salpicadura de los recuerdos, el picoteo
de las alas,
los vaticinios que da el movimiento de la espiga.
Con la
oscuridad hasta el cuello, es difícil
saltar la constelación de alambradas,
o inclinarse
sin ningún apoyo al cráter de la garganta.
Es seguro
que en cada página, el fuego esté siempre sin necesidad aditivos.
Barataria, 30.V.2016
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