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COMO UN LIBRO DE MAR, SOBRE MI PECHO
Cercado por las aguas de la escritura la sed hacia la tinta del sol del sustento grano de palabras a veces redondas en mi pecho cuánta piel me das en el barrio del cuaderno que de pronto el trabajo incesante es sólo la confiada luz en mis manos la música que llega con la esquina de los puertos el vuelo que es la patria del que anda a la hora del estertor prometeico cuánta savia me das para esta sed infinita remota en el aposento de la rama de los sueños idéntica al vuelo tutelar de las campanas penitente como el polen de las primeras luces del día divagan las compuertas del entresueño cuando la luna deseada se enrosca en la sienes cuando el asombro se convierte en sustantivo y la rosa del tiempo alza su vuelo hacia el hondo camino de la libertad ¿habremos de conformarnos con la disconformidad de los espectros con el incendio y las cicatrices con la agonía tetelque del arrayán a punto de morder la alegría? de tu cuerpo el libro que nos habla de los mares del cielo la combustión de las puertas el desafío extendido de las manos hacia algún camino que vislumbra el destino —debemos aprender tanto del viento que apenas tenemos tiempo: somos caminantes invisibles en el telar de fuego de la trementina en las articulaciones de la tormenta el iris blanco del mar el alfabeto entrelazado a los lóbulos el tapiz disecado de la sal sobre cada letra deshojada de las manos como un libro de mar las olas ardorosas de los poros antes y después de la lectura de los sueños: a cada quien la lengua derramada de la tinta los cuerpos en su respiración agónica violentos caminos donde se agazapa la noche ante la vista el ritmo de las libélulas en el musgo la realidad a prueba de cualquier absurdo bastante luz para leer a perpetuidad el fuego y hasta la mano que toca el dintel de la ternura un día después de ampliar nuestros horarios o quitarlos habremos también culminado el primer acto luego será la cumbre la subida a la claridad creciente del alfabeto ese sitio central de las lavanderías de la ropa íntima: caminamos en medio de la tempestad de las redes del armiño y los deltas no hay atajos salvo el abanico de los pájaros no hay cómplices: estamos juntos frente a la vitrina del violín como dos letras impresas en el granito como dos grandes bodegas con ventanas hacia la estación amanecida
Barataria, 03.X.2012
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