martes, 14 de abril de 2009

Aquí en las calles-André Cruchaga

Fotografía: Miren Eukene Lizeaga, Euskadi





______Aquí en las calles______





…ser cautivo de todo lo que adoro es mi suerte;
a su menor quebranto suspensa está mi vida…
SULLY PRUDHOME



Busco entre los empedrados, la paz de las calles:
Esa paz sin sopor, ni tardes ardientes, ni hojas
Rasgando los oídos, sino ese silencio donde el agua,
Grácil, hiera las pupilas con su luz transparente.
A menudo el aire despierta los pájaros en las verjas.
—A menudo, también, los azulejos del horizonte
En las paredes, el latido del recelo alborotado en los relojes.
Hay siempre recuerdos de trenes con pañuelos
En estaciones de encaladas sombrillas, en costuras
Vencidas, en ventanas más poderosas que las ventanas.
Hay calendarios que presidieron a la noche de los muelles
Y ahí perdieron la redondez del sosiego:
Ahí sin toga arrasados por la sal o la nitroglicerina
Del miedo. Hay vacíos sin barbecho donde pasta el tiempo
Su cuello de semáforo mugriento, el entrecejo empañado
De las pestañas, el desvarío destejido de la carne.
En la piel de las luciérnagas, el parpadeo de colillas
Funerarias, y la nicotina del asfalto, los desechos
De las tapicerías, alguna risa quebrada en la transparencia.
Hay calles y balcones con una estampida de moho:
Huellas húmedas que permanecen al acecho de las pupilas.
—Al borde la de la risa, la risa en coágulos de polvo:
Los rostros cerrados por el miedo y el estigma;
El laberinto rutilante sobre baldosas y aceras jugando al azar.
Uno a uno los transeúntes abandonan su propio misterio,
Para convertirse en crujido, escalera sin peldaños…
La paz se rompe en algún atajo o a menudo la carcome
El ajetreo del día o el absurdo que siempre está ahí
Como una piedra de esculpido egoísmo…
Entre mis manos las hormigas absorben el cielo, los puertos,
Los barcos de mi esperanza, la cosecha tutelar de los bolsillos,
El tabaco que se vuelve grito de nubes en mis ojos.
Hay que buscar las piscuchas robadas de la infancia,
Donde la esencia s más humana que el propio desvelo.
La paz sin negarse está ahí sin distancias en los poros:
La paz sin anochecer como gaviotas sobre la espuma
Tutelar de las aguas, sobre los trenes abiertos a la lejanía.
Días con pantuflas de granito silbando en la garganta,
—un pasmo sinuoso de almohadas en el aliento,
Recorre la saliva oscura de los dientes, la fiebre de los meses,
Y ese querer tocar la esperanza sin equívocos…
Días y días caminando sobre buganvillas descarnadas,
Sentado a la espera de un trozo de ternura.
Días y días las moscas derritiendo su miseria en mi joroba.
Aquí en esta dura tierra de sudarios permanentes,
Los grises son parte de mi propia transparencia:
—Así está escrito en la piel endurecida del desvelo,
Así prosigue el ritmo esta materia de cifrada ceniza…
Barataria, 05.IV.2009


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