©Pintura de Franz Kline
LÍMITES DE LA FRAGILIDAD
Abiertos a esa eternidad efímera, no hay milagros intermedios,
en una plaza sino lo que cada uno concede a la fragancia;
aquello en lo que pensamos, a menudo nos abre tumbas y a si de la mano,
apretado el aliento, tratamos de que la balanza resista a la memoria.
De hecho, siempre nos afincamos a la viña de moscas en nichos de
tierras
baldías, los esqueletos debajo de la madera de los porches silbando
todavía
los herrajes, los fierros candentes casi azules en barcos de sífilis.
No hay explicaciones para los muñecos enterrados en jardines
que recuerdan las practicas ancestrales para despedir a los seres queridos.
Apenas alguien habla dentro de una jaula de dialectos seducidos
por la memoria, espíritus prisioneros y esclavos en el cielo del pecado.
(No es fácil ahondar en las
ojeras de las habitaciones desoladas,
ni en los violines negros
del follaje que lamen, lamen, y lamen rostros y tobillos.
En los límites de la
fragilidad gotea la niebla.
En las paredes ennegrecidas
del país, despiertan terribles cuchillos
y cavidades de nichos y
hollín, aquel país tribal e insondable y pretérito.
Aquí uno quiere huir de la
somnolencia de los nombres y del asedio
de los verdugos, de las
ventanas de dolor y la tortura y la indiferencia.
Sobre la zarza del sollozo,
nos arrulla el santo rosario.
El abandono nos escupe tantas
veces que ya he perdido la cuenta
de su ganancia: a menudo
pienso en la historia de tus muslos
y en los peces que habitan
la acequia de los viejos pescadores bíblicos.)
Contra la luz buscamos los espejos, tal vez la propia palabra nos haga
ascender al fondo, alrededor nuestro no sólo hay balbuceos sino severos
mimetismos, Whitman en algún sueño parecido a un apóstol que deserta
De las espinas, pero no de la misericordia de nazareno y esa secuela
de ahogos abisales y esos retornos abruptos de las aguas irrevocables.
Todo tiene límites en las leyes de la vida, laboriosa ebanistería de la
vida,
Un Picasso insondable en la desobediencia, un Lincoln póstumo
de milicias, Vallejo de cobre, Ulyses torturado por culpas y
juramentos.
Jesús desde su tumba empujado por los arcanos.
En medio del sol quemante, Martin Luther King predica los derechos
civiles y los años de sombra de la segregación.
Nunca dije que fuera fácil conquistar la transparencia, mucho menos
juntar
las antítesis, esa forma de abandono que tiene la noche cuando
convergen
en solitario los trajines del rompecabezas; tal vez en el traspié del
lápiz,
el carbón deshaga la caligrafía de tanta hipnosis en pedazos, quizá la
ráfaga
desarme los diques y el río nos dé su respuesta más allá del fluir
y el espasmo y la inminencia.
Ante los homicidios en nombre de la patria debemos pensar en Pedro,
Pablo, Santiago y así darle sentido a la mística de las turbulencias.
Mientras tanto, nos están faltando hombros para este aprendizaje que nace
del yo más profundo.
Barataria, 2012
Del libro: «Insane Asylum y otros poemas para Koko Taylor», 2012
©Pintura de Franz Kline
©André Cruchaga
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