©Fotografía André
Cruchaga
LIBERTAD
SOBRE LOSA DE COLILLAS
En el fogón del antro que
se revela a través de la ventana, el agua ciega
de piedras como alegre acorde de sombras, efervescente música del rapto,
dilatadas insinuaciones,
abominable fonógrafo de hormas en los brazos,
—temblor de mar, quizás
en la ola incendiada de la noche—
esta música apretada que
nace de la sangre y desvive en vigilia y escinde
los días, entre el
destello de manos curtidas de colillas, roídas melodías
y la maleza de caverna en
el inconsciente endurecido.
Hecha coágulos la losa se
desploma la muerte en huesos de libertad.
Y aunque los peces del
zodíaco cumplen su designio, atónito me quedo
respirando en las tumbas,
de esta paciencia mayor que me da el pretérito
de la música, junto al
piano derretido de la lluvia.
Anónimos bisturíes
devoran los sueños, sofismas dominicales, lagartijas
leporinas, musitan
desnudas escalinatas, extraviadas orquídeas humean
empapadas de calles
abriéndose en el pecho.
Y claro, resulta que, en la superstición del sexo arrastrado, hay inevitables
gargantas que andan techos
derretidos, abecedarios de esperma
con cadenas, como una
hoja de otoño tatuada en el pecho.
Extraños infiernos se
yerguen como anfiteatro de campos de concentración
sobre la locura de unos
hongos en clave de Morse.
En el recuento de mis
pasos póstumos, —estarás, estaremos, ciegos
o mudos cuchillos—: pues
en la ceniza, también descansa el fuego,
el ojo mayor del alba en
el crepúsculo, la danza de los fósforos y el humo
de tabaco en manos de
coleccionistas insaciables.
Alguien sobre estrellas
ecuatoriales piensa vertiginosamente en un sótano,
en los números de la
vorágine y ata con engrudo el espíritu.
Barataria, 2012
Del libro: «Insane Asylum
y otros poemas para Koko Taylor», 2012
©Fotografía André
Cruchaga
©André Cruchaga
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