LABERINTO DE LOCURA
(Cierto, me pierdo en las brújulas de la hojarasca hasta el
cuello del mar de los epitafios. En la profundidad de la flama la prolongación
de los estertores del orgasmo y su hollín líquido de luciérnaga antiquísima.
Siempre estoy más cuerdo cuando la luz se hace visible en la oscuridad: de la
ventana borrosa de la respiración saltan las pesadillas y la vaguada inocente
de mis pensamientos. En uso de mi plena facultad los tejados convulsos del
sueño y el tránsito húmedo de tus ijares.)
Es un día feliz. Un día
galopando alrededor de los talones.
La levedad inconsciente de
los acantilados en las manos.
Un blues encrespado de
nebulosas, carraspeos y ojos dispersos
en el arca de tus aristas de pastizal
profundo.
A la cintura del ave, la
batalla campal de la rama en las sienes,
la anunciación de recintos de
levadura cortada con un báculo de astucia,
el principio del fin
presentido del despeñadero.
En medio de la multitud la
sombra del vinagre astral
y una armónica fermentada de
obsesiones,
peregrino de cántaros y enigmas en los linderos ávidos
de la brasa.
Crece la fundación de la sequía en el vaso cansado del alma.
(Siempre que estoy cuerdo, la
manzana de la discordia llueve debajo de la sábana.)
En la edad del tiempo siempre hay más de algún camino
insobornable.
Allí, el pájaro repleto, redondo de las sienes…
Barataria, 2012
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