PRÓLOGO AL
OLVIDO
Y cantos lejanos, ecos muy prietos, traslación de nubes
hacían llorar a los
espectros con tanto silencio
mientras mi alma de suicida
llevaba impensadamente
a su quieto seno la mácula
penitente de aquel sonoro eco
rompiendo
el mutismo de la hirviente serenidad
ANTONIO SAURA
En medio de
nichos fríos estos largos cabellos de lo inmóvil bostezos sobre el granito
silencioso de la noche casi penitencial este candil de olvidos el mimbre ciego
cerca de la bruma: la medianoche se muestra en el esqueleto del tragaluz como
una bandera atravesando el tapial del horizonte cerca estoy del absoluto olvido
quiero reemplazar la nostalgia y el hambre los bolsillos marchitos y el barniz
del goteo de tantos ídolos infortunados a riesgo del abismo el agua sin aplomo
en el desfiladero años de vuelo ¿quién lo recuerda? solo el espumarajo en la
boca o el aliento de inclemencias oscuras desenfundado en las arenas movedizas
de las aceras en el pezón del respiro todos los pretéritos y los muñones
golpeados en la argamasa ¿a qué estos jirones de pupilas o lanzarse sin
campanas a las semanas? prefiero los baldíos y la sal monstruosa de la
inmolación prefiero quedarme aquí sin boletos y sin ángeles a seguir en el
desvarío que provoca el bajomundo de las entrañas prefiero el descolor rugoso
de la cicatriz y la herrumbre subiendo al cuerpo (a voluntad propia deshecho la envoltura que me arrebata las sienes y
el pavor que me causan los bostezos la realidad es húmeda y espectral como el
sollozo o el tiempo ahogado en nuestras propias raíces hubo sed y terror y
caminos de gruesa ceniza y tanteos como punzones en los poros ¿es la conciencia
a fin de cuentas la que encarna la fosa común de los cementerios? voy sin
pensar en ciertas revistas: Glitter baby, Cosmopolitan, Interview, Vaninity
fair, people, Vogue, Fashon, Time, Playboy, Forbes y tantas otras) este
guión cinematográfico de la niebla me asfixia me atosiga la sordera de los
ególatras y las tantas mordazas a fuego cruzado una cara limpia es igual que
los jardines un ojo entumecido es la fisonomía caduca del incienso si busco el
olvido es porque quiero darle vuelta a la página del páramo y que el júbilo no
sea objeto suntuoso y de difícil tenencia el constante pañuelo que provoca
cansancios lo mismo que los anuncios de muerte difundidos en los periódicos la
mucha fiebre tortura las sienes en derredor de la respiración los zopilotes y el búho sudoroso
de los estornudos y las cortinas líquidas de los laberintos y las púas que
cruzan en el viento solo así saldré ileso del cascajo mar afuera después del
naufragio pródigo como un vilano de azúcar ante la imagen de tantos comensales
no quiero la ruina sobre mi petate ni el buitre que expía mi nombre ni la sombra
que disputa el vaho ni el gemido que rasga los prostíbulos como una yesca
impúdica en cada último pelo que me queda la cruz y la plomada hasta el cuello
lo visible de los ijares a la larga todo resulta ser un funeral cierto el
sonido martillado de la ceniza las ventanas encuadradas en las esquinas del ojo
de los abanicos después de todo salgo a la calle luego me pierdo en las
hilachas de mi timidez al final soy un nuevo comensal en el retablo del
porvenir paradójicamente la luz nunca está en desuso…
Del libro: «Se han roto tantas cosas con el viento», Barataria,
2014, 2015
©André Cruchaga
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