jueves, 30 de abril de 2020

ENTRE ROSAS Y ESPINAS

Imagen Pinterest






ENTRE ROSAS Y ESPINAS




Escribo para hoy y para ese futuro incierto: sospecho
de las señales que nos da CNN, BBC, Telemundo.

El silbo de las araucarias se ha tornado apocalíptico,
las rosas han embargado sus colores
por un hipo de espinas abominables;
las fotografías de las sagradas escrituras,
junto a Nostradamus,
nos llevan a aldeas donde los trenes sacuden la tierra
y tosen sobre los rieles del juicio final.

Y también, sobre las flores perennes
de la niñez, 
sobre ese mañana invocado por la sed del alma.

Al escribir, el desvelo me lleva a potreros de talpetate;
gasto mis zapatos mientras transito
sobre estas carreteras de espíritu incierto.

De nada sirve caminar descalzos y desfallecer:
las llagas de la piel siguen supurando historia…

Escribo para mí, soñando húmedos jardines,
mundo sin pesadillas, (ignoro si hay posibilidades de un mañana)
un ideal siempre que no sea en blanco y negro.

Escribo para los demás. Esos demás pueden ser:
uno, dos, tres. (A falta de audiencia, claro.)

¡Qué importa! 
Un solo lector, un solo instante,
Son suficientes para dar testimonio del aire, de la sangre,
del crucifijo aquel que nos respira en los hilos de los poros
como un pez en su habitación remota,
como un seno viviendo en la boca de un niño.

Escribo de sol a sol sospechando de mi locura.
En los oídos ando campanas
y en los ojos una mosca de humo enroscada en mi aliento.

Escribo sobre gotas de péndulos de tile,
en un juego de cosidas bocas y rezos.
No es un rito para sacudir la lluvia de mis años,
ni jugar a la humedad
de los recuerdos, ni plasmar fantasmas con sus muecas etéreas.
Escribo para la ceniza del beso mirándome a los ojos,
para la bestia lenta del naufragio,
sórdida a veces, la lágrima de la infancia.

Escribo al siguiente hijo de la humanidad,
al que nacerá en ciudades frías, o tórridas,
al que de seguro lo espera una tierra yerma,
inhóspita tierra donde alguien construirá jardines de piedra
y muebles de sala con gastados neumáticos…

Escribo lamiendo el asco del tiempo,
con el alma posesa de fétidos espejos,
bajo al mundo de Job, entre yertas funerarias.
Las máscaras sin piedad,
escupen despellejados miedos y hongos,
cuyos respiros llegan hasta las vísceras del cuerpo.

Escribo de noche a noche,
riéndome de los espectros del viento.
Las espadas de las espinas guardan filos de escalofríos
y desesperados suspiros.
La noche nos susurra con su boca.

Nunca fue fácil sudar los zapatos
conforme se ha caminado sobre el umbral
de severas puñaladas y urdidos infortunios.

Sepulcros ha forjado la garganta,
lenguas de engañosa saliva lamen el corazón.

Todo el extravío, hoy es viento tempestuoso.
Huérfano afán.

En el día de las parábolas, como hoy,
la sed se ve en los espejos,
y la niebla, apilada como alimento.
Sé que escribo al filo de claustros prolijos de espinas, 
merced, a este tiempo de gritos y escupitajos.
He bajado como un ave, a tierra,
a un País donde los pétalos,
son aspas y las escamas bailan
como henchidos peces con anzuelo.


Del libro: Íntimo desarraigo, 2000.
©André Cruchaga

No hay comentarios: