Imagen cogida de la red
PANDEMIA
Hay exceso de escoria en las sienes y fúnebres copas
de musgo.
Ya el sueño me ha hablado de las estrofas de veneno en
el aliento,
de la guerra que libramos con simples tapabocas,
de la hoguera de hormigas y fatalidad cernidas en el
alba,
de los agujeros que alcanzan universos inéditos: todo
sucede
en el fermento de bocas y ojos: rueda hostil el hambre
con la muerte, las jeringas manchadas de ataúdes y
oscuros juegos.
No existe ni en la fantasía inmunidad posible: cada
escena
es una bruma de trenes, amargo se disemina el confín
de la luz,
enlutada susurra la fragancia, espeso el viento de la
neblina.
Nadie duerme cuando se desdibujan las cobijas y es
oscuro
el frasco del aroma, y en tu amanecer aparece la
afonía de la noche
con su hierro de capucha y ardientes alfileres.
(Acaso
en la encerrona no se hace más densa la agonía,
la
estocada de una lágrima, la claridad desnuda de dientes,
la
duda del pintalabios en los ojos de sal.)
Si algo nos queda, es la sospecha en este país de arcilla.
Del libro: Umbral
de la sospecha, 2020.
©André Cruchaga
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