Imagen cogida de la red
VUELO
CIEGO
La mudez
hace sus ramas en medio del alud de la ceguera. Mañana era sólo un pretexto
para fijar fronteras. ¿Quién puede darle vida a la alegría desde la carne
triste? —Todo se va en el temblor que auspicia la muerte, en su olor a boca
anochecida.
El dolor está
hecho, también, de paredes dispuestas al olvido.
(Donde calla
la sed, se vuelve imposible caminar. La devora mi olfato. Aunque haya expirado
la inocencia, el desvarío hace sus propias pulsaciones. Alrededor, hay tatuajes
que se aferran a los tuétanos.)
Del otro
lado de tantos muelles degollados, el ala ciega, y visibles los difuntos, las
bóvedas laceradas del gemido.
Al final,
sólo veo pájaros irreconocibles y la declinación temprana de los parques;
sobrevuela el eco desmoronado del viento.
Soy sombra,
alarido y memoria: no veo en qué lugar amanece sin ocaso, ni en qué ceniza ha
dejado de arder la destrucción.
De “Poemas
del descreimiento”, 2018.
© André
Cruchaga
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