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MEMORIA
DEL CUERPO
Era el ala de los poros golpeándome
los ojos, el blando misterio encendido de la linterna, la carne hundida en el
hueco del sueño.
Desarmada la desnudez, el pulso ciego
de la boca: alrededor, el agua de la noche en los espejos, el alma vertida en
el pájaro de fuego, desde las sienes al sueño de los raptos. (Siempre supe de los cofres cifrados de la
almendra y del reloj colgando de las paredes y del agua dejándonos tantos
inviernos.)
Ahora busco embalsamar la orquídea de
lo inexplicable: aquellas estaciones abrasadoras de los ataúdes, los diálogos
de la brasa sobre el montículo de mis indigencias.
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