Fotografía: Lázaro Aguirre
CORROSIÓN
En el metal
sangrante de los espejos ondean las manos de las lámparas en posesa armonía
cuando caen las plumas de las estrellas nos envolvemos en la frazada del
nosotros que habita en la gota de sudor del alambique frente al muro del
calendario quemamos el arcoíris trastornamos el misal de la ceniza y lo
colgamos de la plenitud del cielo de la omnipresencia del misterio digital del
algoritmo debajo de los ríos hay ojos
descuajados y una infinitud de piel hundida en el aliento como un pincel en el
caballete de la garganta con el ajuar del destello de los poros en el cuello nos
anclamos de sol a sol en la redención de Rimbaud en el capitel de las palabras
los horcones de la quemazón en la tinta en la corporeidad de una melódica en
las estribaciones del clímax cuando el alfabeto moldea la alberca en la
metáfora del jinete de la cerámica bordada con los juncos de la respiración por
supuesto que la brasa es sólo el continente del cíclope de la saliva corriente
en desbandada del saqueo de los casquetes polares de los zapatos el lanzallamas
del crepúsculo nos parece una ráfaga moribunda en medio del duermevela de la
sábana acostumbrada a los tsunamis de los ajetreos a esta voz que nos amanece como trementina
después de despeinar los portales del cielo entre tantos pálpitos y pulsaciones
las estelas mayas en nuestra estantería los días de balcones de jade el timbal
con el espejeo de las reminiscencias nunca claro llegamos al hartazgo de la
tarde ni a contemplar las horquetas del horizonte salvo que las mismas nos sirvan
de peldaños para entrar de nuevo al cuerpo blanco del violín de la gravitación
de la hostia claro que comulgamos con el alba y respiramos en la arquitectura
del vitral de las consonantes desclavadas del caballo de la campana del zigzag
la corrosión es entonces ese deshacer las banderas y hundirnos en la cobija del
barandal de la resurrección: arde el regadío afilado del pubis huelen los
arrayanes dispersos por el viento
Barataria,
22.X.2012