André Cruchaga, El Salvador
“…y donde termina nuestro laberinto”
Corroído por la sal del tiempo, está
La breña seca de manos inciertas.
—En realidad nada termina, sólo acontece
La progresión de los espejos en la memoria.
Sube a nosotros la intemperie y la diáspora
Líquida de los claustros en los que estuvimos
Viendo la aleatoriedad de los parques;
Cada templo se hizo hilera de monedas:
Uno y otro heridos por la mendicidad
De sueños estacionarios, claustros de insomnio.
Cada vez lo humano se entiende menos:
El credo se vuelca a los mercados.
Saltamos de un calendario a otro en la misma
Travesía que lo hace el dolor de estar vivos;
Hurgamos en el altar de los santos y no hay
Ángeles en el duelo, ni en el agobio Íntimo
De la eucaristía: desde las calles se descubre
Un universo de cruces —nosotros, a ratos,
Somos esa cruz, el vacío que acompaña
Siempre a lo inédito, o el escombro de algo
Que no ha podido reconciliar cada latido.
Nunca en la espesura de la lava entendimos
El halo que ahora nos mantiene descalzos
Y en desnuda verdad como la oscuridad
Del musgo. Nosotros no inventamos tanta
Atrocidad, ni la brújula de las rendijas para
Respirar, ni las ventanas para ver el paisaje,
Pero estamos aquí, en la sed del azar,
Queriendo explicar el perfume de las cábalas.
No sabemos ya, dónde termina nuestro laberinto.
Dejamos cada pálpito en universos irreales.
O el mundo se nos volvió irreal para nuestros
Argumentos. Ahora el inconciente se revela
En heréticas telarañas, en la inclemencia
De la hojarasca o en las manos gastadas de los años.
Alrededor de la almohada, los imposibles,
Hacia dentro como un río de paradojas, mientras
Todo, afuera de la conciencia, con pasos corrosivos
Se abre a un tránsito sin alacenas benéficas.
No sabemos ya, dónde termina nuestro laberinto.
Y sin embargo, esperamos el consuelo de mañana:
Los días donde nuestros ojos vean el arco iris,
Y las raíz íntima del rumbo —tuya y mía— nos
Permita respirar en el jardín del alba…
Barataria, 22.II.2009
__________Lava___________
“…y donde termina nuestro laberinto”
Corroído por la sal del tiempo, está
La breña seca de manos inciertas.
—En realidad nada termina, sólo acontece
La progresión de los espejos en la memoria.
Sube a nosotros la intemperie y la diáspora
Líquida de los claustros en los que estuvimos
Viendo la aleatoriedad de los parques;
Cada templo se hizo hilera de monedas:
Uno y otro heridos por la mendicidad
De sueños estacionarios, claustros de insomnio.
Cada vez lo humano se entiende menos:
El credo se vuelca a los mercados.
Saltamos de un calendario a otro en la misma
Travesía que lo hace el dolor de estar vivos;
Hurgamos en el altar de los santos y no hay
Ángeles en el duelo, ni en el agobio Íntimo
De la eucaristía: desde las calles se descubre
Un universo de cruces —nosotros, a ratos,
Somos esa cruz, el vacío que acompaña
Siempre a lo inédito, o el escombro de algo
Que no ha podido reconciliar cada latido.
Nunca en la espesura de la lava entendimos
El halo que ahora nos mantiene descalzos
Y en desnuda verdad como la oscuridad
Del musgo. Nosotros no inventamos tanta
Atrocidad, ni la brújula de las rendijas para
Respirar, ni las ventanas para ver el paisaje,
Pero estamos aquí, en la sed del azar,
Queriendo explicar el perfume de las cábalas.
No sabemos ya, dónde termina nuestro laberinto.
Dejamos cada pálpito en universos irreales.
O el mundo se nos volvió irreal para nuestros
Argumentos. Ahora el inconciente se revela
En heréticas telarañas, en la inclemencia
De la hojarasca o en las manos gastadas de los años.
Alrededor de la almohada, los imposibles,
Hacia dentro como un río de paradojas, mientras
Todo, afuera de la conciencia, con pasos corrosivos
Se abre a un tránsito sin alacenas benéficas.
No sabemos ya, dónde termina nuestro laberinto.
Y sin embargo, esperamos el consuelo de mañana:
Los días donde nuestros ojos vean el arco iris,
Y las raíz íntima del rumbo —tuya y mía— nos
Permita respirar en el jardín del alba…
Barataria, 22.II.2009
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