Joan Miró
_______________________Pereza
El cansancio ronca sobre los guijarros;
en tanto que la pereza halla dura la almohada de pluma.
WILLIAM SHAKESPEARE
Ahogada en su propia almohada está ahí hundida en su sangre;
Entre las nubes acaricia su inercia —huye de la laboriosidad
De los caminos, a menudo su pecho de hielo, sueña formas inertes:
Nada hace que su noche pétrea, cambie a visibles ramas
Donde el viento desnuda los verdores y también esa caricia de la esperanza.
Desde siempre nunca saltó los muros, ni canta el tiempo a través
De sus ojos: es sólo la mueca de su adormecido badajo.
—o una campana que perdió su propia resonancia en el jardín de la sangre.
Siempre la he visto como un astro cansado; jamás ha caminado
A la luz del sol, —siempre es un abismo profundo donde no hay ilusiones,
Ni lugar para vaciar las velas de los fuegos auscultos…
En su soledad desértica nada cobra vida. La noche la define en su ceguera.
En el impulso de partir los ojos pierden su divisa. No hay puertas que
Abran el aire, ni otros deseos más que la inercia. No hay ventanas abiertas,
Ni mares donde la lluvia se haga cielo; no hay cielos donde el torrente
Es laboriosa piel; los sueños se deshacen en hilachas y el paisaje
Un féretro de alfileres y el paisaje un imposible retablo de la luz…
¿Qué caricias se perdieron en su noche? ¿Qué sueños quedaron sin risa?
Hasta la voz ha perdido su leve brisa de verdor; y en cambio priva
La hojarasca sobre losas de musgo. ¿Qué herida secó las calles
Y dejó un páramo de endurecida sonrisa y un corazón sin palabras?
—en su cuerpo de piedras no existen las auroras, sino un pecho
De lenta noche y escaleras sin alas donde el pecho golpee las paredes.
Ella sangra en sus pesados grises, —cielo sin ojos en el trajín verde
De los árboles; sola anda evitando las faenas: nada despierta
Su cuerpo habitado, ni los espejos de insistentes fantasmas,
Ni siquiera este dolido mundo de los sueños. La acidia está ahí,
Gozando su concavidad petrificada, inmutable sobre la superficie
Del calendario…
Nada hiere la tela de su desnudez profunda. Nada en ella tiene
La transparencia del aljibe: un lago de soledad envuelve al alma.
Un mundo de tumbas se abre en el pecho, un cierzo de estiércol
Lame el rostro, tapices de maleza cierran la boca, horas de sueño
Construyen el tiempo. —Nada crepita en sus sienes indecisas…
Todo en ella se reduce a una boca sin dientes, a un incendio de soledad
Sin paraguas, a una forma de caminar sin violines,
A una sonrisa ausente de jazmines, a una cocina sin trastos
Donde no caben los condimentos, sino la imagen quemada del mar
Y sus cortinas de espuma…
Barataria, 15.X.2008
_______________________Pereza
El cansancio ronca sobre los guijarros;
en tanto que la pereza halla dura la almohada de pluma.
WILLIAM SHAKESPEARE
Ahogada en su propia almohada está ahí hundida en su sangre;
Entre las nubes acaricia su inercia —huye de la laboriosidad
De los caminos, a menudo su pecho de hielo, sueña formas inertes:
Nada hace que su noche pétrea, cambie a visibles ramas
Donde el viento desnuda los verdores y también esa caricia de la esperanza.
Desde siempre nunca saltó los muros, ni canta el tiempo a través
De sus ojos: es sólo la mueca de su adormecido badajo.
—o una campana que perdió su propia resonancia en el jardín de la sangre.
Siempre la he visto como un astro cansado; jamás ha caminado
A la luz del sol, —siempre es un abismo profundo donde no hay ilusiones,
Ni lugar para vaciar las velas de los fuegos auscultos…
En su soledad desértica nada cobra vida. La noche la define en su ceguera.
En el impulso de partir los ojos pierden su divisa. No hay puertas que
Abran el aire, ni otros deseos más que la inercia. No hay ventanas abiertas,
Ni mares donde la lluvia se haga cielo; no hay cielos donde el torrente
Es laboriosa piel; los sueños se deshacen en hilachas y el paisaje
Un féretro de alfileres y el paisaje un imposible retablo de la luz…
¿Qué caricias se perdieron en su noche? ¿Qué sueños quedaron sin risa?
Hasta la voz ha perdido su leve brisa de verdor; y en cambio priva
La hojarasca sobre losas de musgo. ¿Qué herida secó las calles
Y dejó un páramo de endurecida sonrisa y un corazón sin palabras?
—en su cuerpo de piedras no existen las auroras, sino un pecho
De lenta noche y escaleras sin alas donde el pecho golpee las paredes.
Ella sangra en sus pesados grises, —cielo sin ojos en el trajín verde
De los árboles; sola anda evitando las faenas: nada despierta
Su cuerpo habitado, ni los espejos de insistentes fantasmas,
Ni siquiera este dolido mundo de los sueños. La acidia está ahí,
Gozando su concavidad petrificada, inmutable sobre la superficie
Del calendario…
Nada hiere la tela de su desnudez profunda. Nada en ella tiene
La transparencia del aljibe: un lago de soledad envuelve al alma.
Un mundo de tumbas se abre en el pecho, un cierzo de estiércol
Lame el rostro, tapices de maleza cierran la boca, horas de sueño
Construyen el tiempo. —Nada crepita en sus sienes indecisas…
Todo en ella se reduce a una boca sin dientes, a un incendio de soledad
Sin paraguas, a una forma de caminar sin violines,
A una sonrisa ausente de jazmines, a una cocina sin trastos
Donde no caben los condimentos, sino la imagen quemada del mar
Y sus cortinas de espuma…
Barataria, 15.X.2008
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