Miramundo, Chalatenango, El Salvador (Fotografía André Cruchaga)
Paréntesis del sueño
Vuelve a mi carne la eternidad constante.
JORGE LUIS BORGES
Lo que el sueño lleva, al viento de los sueños va:
Simple, frágil, quebradizo…
¿Dónde cabe el tumulto de las cosas humanas?
Lo que es del sueño se teje con vidrios
Y telarañas huidizas y lágrimas.
Por eso doy vuelta a la página, sin azares;
Acaso porque no pude sacarle brío a las sombras,
Ni reconocer la lámpara cubierta de misterio,
Ni segar la cosecha de azules aromas,
Ni amar aquello escondido en la bruma,
Ni acertar en la caligrafía desordenada de las frondas,
Ni escuchar el tedio de las hojas cuando caen,
Lenta, lentamente como encajes sobre la tierra.
Lo que el sueño lleva son abismos:
Ciegas formas del hombre en pedazos.
Anaqueles sin llaves, rompecabezas con grilletes,
Islas donde Ulises retoza en su propia sombra.
El tiempo hiere la retrospectiva de la memoria.
En su devenir, los violines de las entrañas
Convierten los sueños en aguas de exilio.
Aquí empieza la tortura del frío,
El pie descalzo y ese golpe de piedra de la intemperie.
Cada día es un adiós arrebatado a la vida:
Abierta herida contra el muro de la conciencia.
Las armas despojaron la sonrisa;
La ceniza se convirtió en fondo de la inocencia.
Para la travesía de arcanos espejismos,
No hay tiempo. Puede más el diente de la vida
Y el escalpelo de los ajusticiamientos cotidianos;
Puede más que el sutil regazo,
El animal insaciable del caos y el vejamen.
Barataria, 6 de diciembre de 2005.
Paréntesis del sueño
Vuelve a mi carne la eternidad constante.
JORGE LUIS BORGES
Lo que el sueño lleva, al viento de los sueños va:
Simple, frágil, quebradizo…
¿Dónde cabe el tumulto de las cosas humanas?
Lo que es del sueño se teje con vidrios
Y telarañas huidizas y lágrimas.
Por eso doy vuelta a la página, sin azares;
Acaso porque no pude sacarle brío a las sombras,
Ni reconocer la lámpara cubierta de misterio,
Ni segar la cosecha de azules aromas,
Ni amar aquello escondido en la bruma,
Ni acertar en la caligrafía desordenada de las frondas,
Ni escuchar el tedio de las hojas cuando caen,
Lenta, lentamente como encajes sobre la tierra.
Lo que el sueño lleva son abismos:
Ciegas formas del hombre en pedazos.
Anaqueles sin llaves, rompecabezas con grilletes,
Islas donde Ulises retoza en su propia sombra.
El tiempo hiere la retrospectiva de la memoria.
En su devenir, los violines de las entrañas
Convierten los sueños en aguas de exilio.
Aquí empieza la tortura del frío,
El pie descalzo y ese golpe de piedra de la intemperie.
Cada día es un adiós arrebatado a la vida:
Abierta herida contra el muro de la conciencia.
Las armas despojaron la sonrisa;
La ceniza se convirtió en fondo de la inocencia.
Para la travesía de arcanos espejismos,
No hay tiempo. Puede más el diente de la vida
Y el escalpelo de los ajusticiamientos cotidianos;
Puede más que el sutil regazo,
El animal insaciable del caos y el vejamen.
Barataria, 6 de diciembre de 2005.
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