Imagen
pintura de Willem de Kooning
INSOMNIO ABISAL
Me hundo en el grito de ventanas abisales y muerdo la
escarcha
que avanza hacia mis insomnios: desde las diademas
despeinadas
de los peñones, este otro lado de la hondura sin
conciliar el sueño.
Hacia el espinazo del azogue, el fondo caprichoso
de las oblicuidades, deambulan sonidos lechosos de
pinzas.
Dilatadas las pupilas, uno trastoca también con
desmesura
las lejanías que perciben las pupilas, los remolinos
en círculos
que hacen las hojas cuando caen, los trenes
descarrilados del antes.
—En cierto modo, somos fieles testigos del tiempo,
del otrora rojizo de las herraduras y de los flujos
aleatorios del tizne.
Debemos pensar si existe un estanque de patetismos en
cada rostro
último de dardos, oscuros azabaches titilan en el
aliento.
Nos hiere las sienes el pájaro negro sobre baldosas
urbanas de sed,
un florero con peces se vuelve indómito.
Crepitan las hormigas en su red de saliva, estamos
allí, bajo
la sombra acallada de la tierra, entre antigüedades
que no podemos
descifrar, entre aguas diseccionadas, ebrias de
hojalata.
Ya no recuerdo si hemos borrado todas las andadas, si
llueve aún
en aquel entonces, entre el celofán y el pozo de agua,
entre cogollos áureos de cipreses.
Vacíos de azúcar se adentran en el paisaje de sábanas
cenagosas.
Este reino de nudos encrudece los absolutos de la
materia.
Hay alfileres mortecinos y desvaídos, y pensamientos
expuestos
a los féretros, vastas sinuosidades como la pubertad
primera.
—Uno huye mientras el juelgo súbito apaga las esquinas
de la brasa.
Dentro del sueño aleteamos aquel pájaro ávido de
ventanas…
Del libro: «Paraíso de la demencia»,
Barataria, 2016
©André
Cruchaga
Imagen
pintura de Willem de Kooning
No hay comentarios:
Publicar un comentario