miércoles, 2 de junio de 2021

EL REINO DE ESTE MUNDO

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EL REINO DE ESTE MUNDO

   

Si pudieran oírme como hilo de luz,

si del fondo del tiempo me trajeran,

y mis memorias,

y las de quienes conmigo miraron el horror

de haber nacido, para morir

ni siquiera enteros.

Ana Luisa Amaral

  

Si acaso pervive el sueño ciego, es la luz que se queda en la piedra

de la vigilia, la gesticulación inaudita del tiempo, los objetos

que las aguas del rìo arrastran con esa velocidad parsimoniosa

de la artritis. Nada cuadra en esta razón de la locura. Nada es real

en la lógica de las ventanas: siempre hay calles nutridas de sombras.

En el humo de la respiración de los jardines contaminados,

los pájaros, densos, putrefactos,  picotean las zonas impuras

de la mesa: adentro, en el pecho, el corazón del país está vacío.

Veo las fotografías del tamaño del océano, de la piel de sombra

del martirio y su alba fría de risa ahogada en la turbiedad de periódicos.

Hoy es como la paciencia derruida de la casa.

Parto siempre con mis hastíos y sombras hacia un pedazo del paraíso.

—Por si acaso, le escribo cartas a la eternidad y a ese costal de ojeras

que se han ido acumulando como otro diluvio absoluto.

De mi, el espejo del reino de este mundo y su cárdena óptica.

En el lavatorio del patio trasero,  la perplejidad desafiante del vacío.

Y el humo que ha extendido sus raíces de metal irredento.

 

Del libro: Fuego de llaves invisibles, 2021

©André Cruchaga




 

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