Imagen cogida de la red
RASTRO
DEL FUEGO
Hacia el
sordo ahogo del alma, los tulipanes intocables de Woodburn y la rosa enlutada de la neblina.
Vuelvo los
ojos a los rastros que ha dejado el fuego.
Caminar
despedazado de aliento sobre calles inciertas; morder el estanque con violencia
hasta dejar que el delirio se haga espejismo.
—Todo es
posible cuando ya uno se ha sacado la espina del sollozo con el pañuelo del
viento.
En tu cuerpo
alígero, mis ojos fugaces de palabras.
De “Poemas
del descreimiento”, 2018.
© André Cruchaga
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