Imagen de la red
LOZA
Para
calmar la sed, aquel cántaro tangible entre mis manos, el refriego total de la
tierra. Ante cada mañana nos rendimos como simples mortales: tocamos puertas y
ventanas y trenes. Desconfiamos de la lluvia arrebatada y sus calles de barro. Sin
decir palabra, vivimos el eterno sueño de la expectación, la hoja negra del pan
y su aroma de humedad antigua. Cada vez, sólo visibles en el ijillo de las
funerarias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario