Antoni Tàpies
Temores diarios
“Un sordo movimiento te corroe las vísceras.
Y entonces suena la descarga.
Y se produce la estampida.”
David Escobar Galindo
A veces tenemos miedo
De ser sobrevivientes
En una ciudad sin cuerpo
Sin vírgenes
O sinfonías
Sin huellas
Sin ventanas
Algunos tragan ceniceros
Y mastican la colilla de la noche
Otros caen al suelo
Como encallan los barcos en silencio
Las cortinas de las nubes
Ensordecen a carcajadas
Una pistola apunta…
Aparecen libélulas en el sollozo
Y telas desgajadas en las lágrimas
Uno echa de menos el horizonte
Cuando los jardines se derrumban
Y el lenguaje del viento
Se vuelve demonio
O brida sin jinete
O elefante caminando
Sobre el asfalto
A veces tenemos miedo de los dientes
Del silencio de las estaciones
Del fuego que salpica
Los durmientes de la risa
De la aguja de la noche
Que toca las profundidades
Y traspasa la luna
De los espejos
A veces tenemos miedo de los ojos
De la luz
Invierno donde corren los fantasmas
Y la desnudez refleja
La crueldad de los vitrales
En los interminables
Vacíos del horizonte
Nadie practica la inocencia
Uno es pólvora entre la muchedumbre
Nube donde aúlla
Una blanquez moribunda:
Espuma silenciosa del caballo
Que muerde los ojos del jinete
Aliento de hollín
Extraviado en el granito
Fragmento del vacío
Caverna que nos vigila
Y nos hace abrazar
Un ártico de emociones:
Amplios corredores donde el miedo
Tiene sonidos de metal
Herrumbre
Habitaciones cerradas
Parques donde nace el olvido
Y la indiferencia
A veces también se tiene miedo
De las máscaras
De los bufones que visten a cadáveres
Retratan heridas
Disuelven la neblina de los espejos
O simplemente
Muerden la oscuridad
Con su arte de alfileres
Médula de nichos fugitivos
Estos temores torpes
Que andan sin itinerario
Por la tierra
Camino subterráneo estos temores
Que llevan alas
Y ríos de ceniza
En nuestras cotidianas pertenencias.
Temores diarios
“Un sordo movimiento te corroe las vísceras.
Y entonces suena la descarga.
Y se produce la estampida.”
David Escobar Galindo
A veces tenemos miedo
De ser sobrevivientes
En una ciudad sin cuerpo
Sin vírgenes
O sinfonías
Sin huellas
Sin ventanas
Algunos tragan ceniceros
Y mastican la colilla de la noche
Otros caen al suelo
Como encallan los barcos en silencio
Las cortinas de las nubes
Ensordecen a carcajadas
Una pistola apunta…
Aparecen libélulas en el sollozo
Y telas desgajadas en las lágrimas
Uno echa de menos el horizonte
Cuando los jardines se derrumban
Y el lenguaje del viento
Se vuelve demonio
O brida sin jinete
O elefante caminando
Sobre el asfalto
A veces tenemos miedo de los dientes
Del silencio de las estaciones
Del fuego que salpica
Los durmientes de la risa
De la aguja de la noche
Que toca las profundidades
Y traspasa la luna
De los espejos
A veces tenemos miedo de los ojos
De la luz
Invierno donde corren los fantasmas
Y la desnudez refleja
La crueldad de los vitrales
En los interminables
Vacíos del horizonte
Nadie practica la inocencia
Uno es pólvora entre la muchedumbre
Nube donde aúlla
Una blanquez moribunda:
Espuma silenciosa del caballo
Que muerde los ojos del jinete
Aliento de hollín
Extraviado en el granito
Fragmento del vacío
Caverna que nos vigila
Y nos hace abrazar
Un ártico de emociones:
Amplios corredores donde el miedo
Tiene sonidos de metal
Herrumbre
Habitaciones cerradas
Parques donde nace el olvido
Y la indiferencia
A veces también se tiene miedo
De las máscaras
De los bufones que visten a cadáveres
Retratan heridas
Disuelven la neblina de los espejos
O simplemente
Muerden la oscuridad
Con su arte de alfileres
Médula de nichos fugitivos
Estos temores torpes
Que andan sin itinerario
Por la tierra
Camino subterráneo estos temores
Que llevan alas
Y ríos de ceniza
En nuestras cotidianas pertenencias.
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De: Intensa sed, inédito
Leer más de André Cruchaga en:
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